Estamos asistiendo a una de las mayores pandemias que se recuerdan. La situación no nos da tregua, y se suceden los restricciones de acceso a diferentes localidades, cierres perimetrales, cierres de parques y zonas de ocio, toques de queda y un sin fin de limitaciones que nos están afectando a todos y todas, haciendo mella en nuestra propia salud mental.

Pero, especialmente en los niños y niñas, que han visto minimizados sus momentos sociales naturales, juegos con sus iguales, tiempos de esparcimiento y otros factores necesarios para el desarrollo personal y social.

Las relaciones sociales, y la repercusión que su ausencia tiene en el concepto de la propia identidad, pertenencia al grupo y autoconcepto, están haciendo estragos en los más pequeños/as. Se les ha limitado un necesario tiempo social y personal libre y espontáneo, a una situación de semi-confinamiento domiciliario en el que no se dan los elementos necesarios para paliar su ausencia.

Desde mi punto de vista, el papel que está jugando el colegio, como único espacio y tiempo planificado para que los más pequeños/as puedan desarrollar toda su actividad vital natural, se está convirtiendo en un  modelo compensador que equilibra, en cierto modo, las carencias que sufren.

Y dentro de esos espacios y tiempos, el destinado al «recreo» se convierte en el más importante de todos los propuestos en el período lectivo por muchas razones que abordaremos a continuación.

Castigados sin recreo

Sin embargo, asisto atónito a situaciones en las que determinados docentes, siguen usando el «os quedáis sin recreo» como modelo de castigo negativo (coste de respuesta), incluso en la situación en la que estamos viviendo.

El castigo sin recreo ha sido usado, tradicionalmente, por el profesorado, como una forma de intentar minimizar o eliminar alguna conducta no deseada, soportando una pérdida de algo que estimula o gusta al alumnado. La idea es prevenir conductas futuras adecuadas que se ajustan, generalmente, a los deseos o formas muy personales de entender la enseñanza.

Más allá de si esto es un procedimiento adecuado, psicológicamente hablando, o incluso legalmente hablando, debemos reflexionar sobre el «coste real» que implica la pérdida del recreo, ya que supone una pérdida desproporcionada en relación a los posibles y dudosos beneficios que podemos obtener con este castigo.

Funciones Ejecutivas y Recreo

Las funciones ejecutivas nos ayudan a desarrollar estrategias como marcarnos objetivos, planificar nuestras acciones, monitorear el proceso, tomar decisiones, rectificar y modificar los planes iniciales. Y todo este proceso se va desarrollando a medida que vamos enfrentándonos a situaciones nuevas, en las que deberemos volver a aplicarlas, volver a verificar su eficacia, y volver a modificarlas para mejorarlas.

En términos generales, las funciones ejecutivas se van desarrollando en la misma medida en que los niños y niñas tienen experiencias vitales, dirigidas o espontáneas, donde ponerlas en juego. Con la llegada de la pandemia, y las restricciones anteriormente comentadas, las opciones de que nuestros alumnos/as las pongan en juego de manera espontánea, se están viendo disminuidas de manera significativa. Como dijimos con anterioridad, el colegio se convierte en los pocos espacios y tiempos en los que se pueden desarrollar de forma más sistemática.
Pero para que los niños/as puedan desarrollar plenamente estas estrategias, necesitan momentos en los que sus propias decisiones sean las que les lleven a tomar iniciativas, plantearse alternativas, tener que elegir, decidir si seguir o no seguir, cambiar los planes o establecer los tiempos para hacerlo. Sin duda, el juego o tiempo libre es un elemento fundamental para que todo este proceso de toma de decisiones se realice de forma natural, no impuesta o dirigida por personas o factores externos.

El aula no ayuda actualmente a este proceso natural y personal, dadas las limitaciones que sufre el alumnado para poder moverse libremente, hablar, comunicarse con los compañeros o con el profesorado (antes de la pandemia, también pasaba).

Por eso, el tiempo de recreo se ha convertido en el más importante, y en algunos casos el único tiempo, para que todos estos procesos ocurran.

Niños en el parque

Socialización y Recreo

Pero además, no solo es importante el recreo para el desarrollo de las funciones ejecutivas, sino para el establecimiento de relaciones sociales. En las edades más infantiles, se convierte en un factor esencial para que el alumnado entienda cuál es su posición con respecto a un grupo, desarrolle su sentimiento de pertenencia a estos grupos, establezca sus propios procesos de autoconcepto y autoestima, delimite y afiance su rol sexual, y adquiera los procesos adecuados para la comunicación social.

A edades más avanzadas, quizás no están siendo tan relevantes porque ya tienen adquiridas estas cuestiones, y sus procesos de socialización se desarrollan en otros espacios extraescolares, en su propio entorno.

Privar a los más pequeños de estos elementos, castigando sin tiempo de recreo, supone quitarles los que, probablemente son los únicos tiempos que disponen para hacerlo de forma natural y espontánea. Y esto puede tener un gran impacto en el futuro desarrollo de las interacciones personales, y de su propia concepción de ser social.

Por favor, no me dejes más sin recreos.

Así que, quizás deberíamos hacer un alto, reflexionar sobre si los resultados obtenidos con el castigo del recreo compensan el impacto en el aprendizaje y desarrollo de nuestro alumnado, y finalmente, tomar la decisión correcta.

Estamos ante la peor pandemia de la historia reciente. Esta generación de niños y niñas están siendo sometidos a unos procesos de estrés y encierro que ninguno de nosotros, docentes, tuvimos ni de cerca. Llevan una pesada carga que no podrán olvidar con facilidad y que, a buen seguro, les causará mella a lo largo de sus vidas. No es justo lo que les ha tocado vivir.

Así que docente que estás pensando en castigar nuevamente a tus alumnos/as sin recreo:

por favor, no los prives más de su vida.