Cuando establecemos una secuencia de aprendizaje basada en el desarrollo de las Competencias Clave, es conveniente seguir una línea directriz en el diseño de la Unidad Didáctica Integrada (UDI) y sobre todo en el planteamiento de la Transposición Didáctica que permita la participación de todos.
Quizás este sea uno de los posts donde mayor dificultad he encontrado en su redacción, aunque puede que sea el de mayor repercusión para la inclusión de los alumnos con NEAE en el aula.
La transposición didáctica responde a la planificación de una Tarea Integrada que se compone de los elementos curriculares que ya planteamos en un post anterior de este blog, llamado «Estrategias Inclusivas en el aula: ¿Cómo enriquecer las actividades?«, y que se sintetizarían en el siguiente esquema:
Esto nos indica que cuando planificamos esa UDI, diseñamos la Tarea, Proyecto, Pregunta o Reto que será el eje central del trabajo, también diseñamos las distintas fases por las que pasará esta Tarea con sus correspondientes actividades a realizar por el alumnado; y planteamos una serie de ejercicios para cada actividad.

Ejercicio vs Actividad

Para conseguir alcanzar el reto, pregunta o proyecto que configura la transposición didáctica, debemos pensar en una serie de actividades, a realizar por el discente, que llevarán a la consecución con éxito del producto final elegido.
Estas actividades deben ser entendidas como acciones en las que el alumno pondrá en juego todas sus estrategias cognitivas y aprendizajes adquiridos para conseguir una solución adecuada que desconoce de antemano. 
Por tanto la actividad debe ser diseñada como un proceso complejo, donde entren en juego diferentes capacidades del discente en función de los hitos o conocimientos que haya alcanzado o adquirido. 
Esto nos permitirá hacer una selección variada de actividades de manera que cada alumno pueda realizarlas según sus propios conocimientos y según los avances que nos hayamos propuesto con él o con ella. (Véase este post).
Uno de los aspectos que más polémica suscita entre los detractores del trabajo competencial (tareas o proyectos) hace referencia a la instrucción del alumno. Se plantea que el punto débil de este modelo es el exceso de confianza en cuanto a las capacidades de autoaprendizaje del discente. Digamos que la instrucción directa docente-discente, contenido-aprendiz está ausente y el alumno necesita esta ayuda para progresar en su aprendizaje.
Este argumento es válido y lógico, aunque no real, ya que el trabajo competencial debe apoyar su parte Instruccional en el desarrollo de ejercicios.

La instrucción en el ejercicio

Como venía argumentando, el ejercicio debe ofrecer al alumno un entrenamiento en las habilidades requeridas, de tal forma que resulte suficiente para poder resolver la actividad o problema. Desde esta perspectiva, no dejamos al alumno solo ante el aprendizaje sino que vamos ofreciendo la ayuda necesaria para que pueda realizar la actividad propuesta.
En este caso, el ejercicio es un desempeño mecánico, repetitivo y que no requiere que el alumno ponga en juego un gran número de estrategias cognitivas o habilidades de pensamiento. Podríamos definir al ejercicio como el «entrenamiento» de una determinada habilidad que será necesaria para resolver la actividad propuesta.

Tomando esto como referente podremos entrar en la apreciación de que la memoria, tan denostada en estos tiempos (J. Blas García, 2016), tiene un papel fundamental para la asimilación de las habilidades que el alumno debe aprender y la consiguiente descarga de las capacidades atencionales que ello le supondrá. De esta forma el ejercicio se refiere a un entrenamiento eficaz de un aprendizaje para que perdure en la memoria (procedimental, episódica o conceptual) del alumno. Cuando el alumno requiera de esta habilidad, destreza o conocimiento para resolver la actividad propuesta, podrá extraerla a su memoria operativa y ponerla en funcionamiento.

Si hacemos una síntesis, la tarea podríamos considerarla como la «gran excusa» en la que se adentra el alumno bajo un enfoque de motivación según sus intereses y capacidades; la actividad como la puesta en práctica de los procesos cognitivos necesarios para poder llegar a la meta o producto final; y el ejercicio, los entrenamientos imprescindibles para poder ir avanzando por cada una de las actividades que llevan hacia esa meta.
Incluso, para aquellos que se resisten a eliminar el libro de texto de sus aulas, puede ser una buena ocasión para incluir ejercicios del libro que contribuyan a afianzar la habilidad trabajada en el alumno, siempre que previamente el alumno conozca por qué y para qué necesita hacer este ejercicio del libro.

El ejercicio: motor del ajuste a los diferentes niveles curriculares

Cuando en el aula atendemos a la diversidad, nos encontramos con alumnos con diferentes niveles de competencia curricular, que incluso puedan aparecer como muy dispares. En este caso, la elección de las actividades a realizar, y los ejercicios propuestos para cada alumno o grupo de alumnos, puede ofrecer un planteamiento didáctico que consiga que todos ellos alcancen los aprendizajes que necesitan para su progreso. Y todo ello se llevaría a cabo dentro de un marco colaborativo, contextualizado, motivante y ajustado a sus necesidades, participando en todo momento de la dinámica del aula y ofreciéndole la oportunidad de aportar al proyecto.

Si retomamos el esquema anterior y nos centramos en la Actividad 1, un modelo inclusivo podría ser el siguiente que propongo:

Actividad 1: Búsqueda y análisis de información relevante sobre la temática propuesta en la Tarea.
Esta actividad requiere que el alumno sea capaz de poner en juego estrategias cognitivas que posee para buscar, analizar y seleccionar la información relevante.

La habilidad principal que se requiere para poder resolver esta actividad es la «Lectura«. La que hemos denominado en el gráfico como Habilidad X.

En este caso, el proceso inclusivo pasaría por dos fases:

1ª Fase: Diseño de Actividades Multinivel ajustada a los diferentes ritmos y siguiendo la Taxonomía de Bloom. De esta forma la actividad general la podemos plantear en dos niveles, de menor a mayor complejidad.

  • Nivel 1: Memorizar y comprender conceptos básicos del texto.
  • Nivel 2: Analizar y evaluar la información relevante del texto.
En ambas actividades se requiere la habilidad de Leer, aunque con niveles de complejidad diferentes. En el primer nivel nos bastará con poder leer algunas palabras del texto para poder memorizarlas. Mientras que en el segundo nivel necesitaremos de habilidades de comprensión lectora más avanzadas que nos permitan analizar el escrito y extraer conclusiones.
2ª Fase: Diseño de ejercicios para la mecanización de las habilidades lectoras requeridas en cada actividad.
Para el Nivel I: En el caso del alumno que pertenezca al nivel 1, los ejercicios tratarán de buscar palabras relevantes del texto (de forma guiada por el profesor), asociarle un significado o una imagen, hacer una segmentación silábica y fonológica de la misma, hasta llegar a una letra concreta. Sobre esta base, el docente puede proponer diferentes ejercicios repetitivos de descomposición de palabras que contengan la sílaba o letra trabajada.
El alumno entiende que necesita la habilidad de aprender a leer y que con ella podrá comprender las palabras del texto que necesitará para resolver la tarea. Estaremos trabajando la lectoescritura con un modelo global-mixto contextualizando las palabras en un marco comprensible para el alumno. 
Para el Nivel II: En este caso los alumnos necesitarán entrenarse en destrezas de comprensión lectora con ejercicios que les permitan realizar lecturas literales, inferenciales y valorativas. Estos ejercicios los realizarán a partir del texto propuesto, que es el mismo con el que trabajarán los alumnos del primer nivel. A partir de aquí podrán entrenar estas destrezas de lectura comprensiva con otros textos propuestos por el tutor o libro de texto (intentando no salirse del tema en cuestión).
Modelo de Ajuste Curricular
Esta es la forma que os propongo para que todos los alumnos del aula trabajen las mismas actividades y participen en la consecución del producto final, aun teniendo niveles competenciales muy diferentes. En este caso sólo he planteado el caso de dos niveles diferentes, pero podríamos hacerlo para todos los niveles del aula (desde alumnos con dificultades de aprendizaje hasta alumnos con altas capacidades). TODOS TRABAJANDO LO MISMO