Cuando planificamos secuencias didácticas en el aula que impliquen la participación en igualdad de condiciones y con aportaciones de todos los miembros del grupo, siempre pensamos en estrategias basadas en el aprendizaje cooperativo. En este post pretendo ampliar el concepto de participación hablando de la asignación de roles en las aulas, dentro o fuera del trabajo cooperativo.

La asunción de responsabilidad

En el diseño del trabajo cooperativo, en el que planteamos que todos los alumnos aporten para conseguir el producto final, lo esencial para que la inclusión aparezca pasa por hacer entender al grupo una serie de estrategias esenciales:

– La participación de todos es necesaria para la consecución del producto final.
– La ayuda mutua se convierte en esencial para que el trabajo prospere.
– El grupo es más importante que cada uno de sus elementos, apareciendo la sinergia.
– Se deben fomentar actitudes que apoyen y alienten las capacidades de cada uno y su forma de aportar al equipo.
– Las relaciones entre sus miembros heterogéneos se basan en la complementariedad.

El modelo cooperativo, planteado de este modo, convierte a cada miembro en un actor principal del trabajo del equipo, y lo invita a sentirse responsable del mismo. 
Dentro de todas las técnicas cooperativas que podemos proponer en los grupos, entendemos que la contribución de cada uno se realiza desde sus propias posibilidades y esta circunstancia no debe ser minusvalorado por el resto de miembros del equipo.
En este sentido es donde aparece el importante concepto acuñado como «ayuda mutua». El grupo es consciente de las posibilidades de cada uno, las acepta y lucha por conseguir el máximo rendimiento sumando los esfuerzos de sus miembros. Entienden, por tanto, las capacidades globales del equipo, y con esas capacidades -y no otras- deben conseguir el trabajo propuesto. 
Una vez que esto es entendido debe aparecer la ayuda que cada miembro del grupo, especialmente la que los más hábiles pueden ofrecer a otros menos diestros en esa tarea. Pero también deben aparecer estrategias para «demandar» ayuda cuando se necesite. Se crean estructuras solidarias donde todos demandan y ofrecen ayudas, y estas ayudas deben ser asumidas por el grupo. La palabra «diversidad» toma su sentido amplio.


«Son muchas las investigaciones que ponen de manifiesto que el aprendizaje cooperativo es una de las claves en las que se asientan las aulas inclusivas, al permitir la acomodación/adaptación de estudiantes con diferentes niveles y habilidades, aportando cada uno su talento, destreza o conocimiento para lograr el éxito del grupo, a la vez que participa, aprende o mejora en otras que se le dan peor (tiene menos desarrolladas)».
Jarrett (1999)

La fuerza de la capacidad propia

No obstante, además de las aportaciones que cada miembro pueda realizar en las técnicas de trabajo cooperativo (Orientación Andújar) propuestas, se deben diseñar otras estrategias que fomenten el control del equipo, la asunción de responsabilidades y la distribución del trabajo. Estoy hablando del Reparto de Roles.
El reparto de roles trata de asegurar que la tarea asignada se consiga y que los miembros controlen procedimientos, actitudes y formas de actuar del grupo para lograrlo.

En la literatura actual sobre este tema, se recomienda que cada miembro del grupo asuma un rol determinado de entre una serie de roles preestablecidos:
Coordinador: encargado de asumir tareas de liderazgo de grupo, dinamiza, aporta, ayuda…
Portavoz: encargado de dar voz al grupo en cualquier situación requerida.
Secretario: su misión es la de recoger y almacenar decisiones, evaluaciones o acuerdos planteados.
Vigía del tiempo: encargado de asegurar que se cumple el trabajo en las fechas previstas.

Son una muestra de los principales roles propuestos. Se trata de un trabajo individual, que puede ser rotatorio o no, dependiendo la tarea y de las capacidades de cada miembro.
Estos roles asignan potestad y cargos a cada alumno de manera que hace que se impliquen activamente en el grupo, promocionando el espíritu de equipo y la asunción de la responsabilidad personal.

Pero dentro de estas formas propuestas, nosotros vamos a hacer otras propuestas que amplíen el abanico de roles discentes y que, de esta manera, puedan ajustarse mejor a todos y cada uno de sus integrantes, teniendo en cuenta las capacidades o potencialidades que cada uno posea.

Estaríamos hablando de roles con diferentes niveles de complejidad, roles que pueden ser individuales pero cuya importancia se haga necesaria en la consecución del producto final; roles de control de elementos colaterales que pueden hacer que el producto final se vea comprometido; roles fijos con visión de especialización… Algunos ejemplos:

El fotógrafo: se encarga de ilustrar cada decisión, fase o aportación al proyecto o tarea.

– El traductor: encargado de asignar otras formas de expresión al producto final o a cada una de sus fases (Código Braille, LSE, Pictogramas…).

– El rotulista: aporta títulos, palabras, letras al producto final.
– El dibujante: convierte en imagen las aportaciones del grupo. Graba su percepción visual de los sucesos.
– El maquinista: se encarga de realizar patrones fijos de los productos (búsqueda y preparación de materiales, organización de espacios, organizador de entrevistas…).
– El músico: propone temas musicales, ritmos, tiempos, instrumentos que puedan incorporarse en el trabajo, producto final, presentación, difusión…
– El encargado de relaciones exteriores: carismático, amable y oportuno, avisa a grupos externos de eventos, realiza recados, pide ayuda…

Le elección de los roles

Son algunos ejemplos que se me ocurren y que no pretenden más que ejercer como eso, como ejemplos. Podríamos proponer roles que pongan en juego potenciales inteligencias múltiples de los alumnos, capacidades motrices, comunicativas, relacionales, autónomas… Al permitirse la aportación de cada integrante desde sus propias potencialidades, se pone en alza el factor de complementariedad que ofrece la propia heterogeneidad del colectivo.

Estos roles se pueden asignar en función de las metas que persigamos con cada alumno: roles que pretendan aferrarse al éxito del alumno que los desempeñe, o roles que persigan fomentar y desarrollar sus destrezas menores.
Debemos huir de aquellos que no aporten nada al producto final, roles «cascarilla» -expresión usada en en los juegos de barrio cuando el más pequeño jugaba pero no contaba en el tanteo final-.

Muy al contrario, lo roles pueden establecerse como una forma de cooperar con los compañeros para obtener el producto final. Son tareas ad hoc que nacen de las propias necesidades del proyecto y se ajustan a las diferentes capacidades de sus miembros. Son contribuciones propias al proyecto, planificadas como actividades individuales en las que un miembro aporta su trabajo a través de una «especialización» en esa tarea concreta.

De esta manera se daría en el aula, lo que Pujolás (2009), vino en llamar «interdependencia positiva de roles», que potencia la identidad propia del equipo y hace que sus miembros sepan exactamente cuales son sus funciones a desarrollar.

Un ejemplo práctico

Si recordamos la entrada de este blog «Claves para el diseño de UDIs inclusivas: el ajuste de ejercicios«, se proponía como actividad un proceso de investigación y búsqueda de información sobre una temática planteada en la tarea.
Se proponía como ejercicio el entrenamiento de la habilidad relacionada con la lectura, y se planificaban dos niveles de ejercicios: uno el de la escritura de palabra o palabras claves del texto trabajado (menor nivel); y dos, la valoración crítica del texto con ejercicios de lectura inferencial y valorativa.
Si en este reparto de roles que estamos planteando, asignamos al alumno con menor capacidad lectora del grupo (iniciándose en la lecto-escritura) el rol de rotulista, podría practicar las palabras trabajadas en la lectura, escribirlas, dibujarlas en carteles o de forma digital y presentarlas como títulos de la tarea final. Se trataría de un rol especializado que nos otorgaría la posibilidad de trabajar siempre el desarrollo del método de lecto-escritura elegido, ofreciendo a este alumno una responsabilidad en el grupo y la posibilidad de contribuir a la consecución del producto final.
El reparto de roles, de forma adecuada, estimulante y motivadora, puede que no solo contribuya al trabajo cooperativo, sino que puede diseñarse desde una perspectiva participativa de tareas y proyectos del aula.

Bibliografía: