Hoy tenemos la suerte de contar en este blog con las experiencias de María José Dlf (@lapsicogoloteca). Como nos cuenta ella misma, actualmente trabaja como maestra especialista en Audición y Lenguaje, y forma parte de un Equipo Multiprofesional y Multidisciplinar que desarrolla su labor en un centro de la Comunidad de Madrid.
María José Dlf tiene uno de los blogs de más repercusión en el ámbito educativo, llamado La Psico-goloteca, ganador de la Peonza de Oro en los IX Premios Espiral Edublogs 2015, en la categoría de Recursos Educativos, categoría y año en el que casualmente fui miembro del jurado que lo valoró. Por eso conozco ampliamente su trabajo y la invité a que nos contase su visión sobre la inclusión.

La Inclusión según… María José Dlf.

Por suerte o por desgracia (no lo sé) no he tenido grandes oportunidades para estar en contacto directo con el día a día de un aula o un centro educativo. A excepción de un corto periodo de tiempo y con una jornada muy muy reducida.
A lo largo de mi corta trayectoria profesional (ocho años) he trabajado en contextos diversos. He pasado por varios gabinetes psicopedagógicos, también por entidades e instituciones que trabajan por la integración de colectivos en riesgo de exclusión social y en situaciones de desventaja, a través de una gran variedad de proyectos, entre ellos, cómo no, los dirigidos a la educación, a la infancia y a la juventud. 
Por este motivo, siempre he tenido que conformarme con observar la realidad de los centros desde una “esquinita” o una “ventanita” exterior. 
En el momento actual, y desde hace ya cuatro años, trabajo como maestra especialista en Audición y Lenguaje, y formo parte de un equipo multiprofesional y multidisciplinar que trabaja en el marco de un proyecto destinado a la prevención de dificultades de aprendizaje, así como a la intervención en el momento en que estas ya han hecho acto de presencia. Y no solo atendemos dificultades de aprendizaje, sino que intentamos hacer un abordaje integral, abarcando aquellos aspectos que pueden actuar como factores de riesgo y/o colaboradores necesarios, por lo que, también atendemos problemas de conducta y adaptación, HAPS, e intentamos trabajar con las familias. 
No os he contado que este recurso funciona como un servicio extraescolar, y está asentado también en una de las zonas más deprimidas de la capital madrileña, lo que se traduce en una alta tasa de paro, analfabetismo, y delincuencia…. por lo que continúo en contacto con población en riesgo de exclusión social, aunque no todos los usuarios cumplen esta condición. 
Hablar de inclusión en un ámbito como el que trabajo resulta empresa complicada
Muchos de los niños que atendemos, además de presentar desfases escolares significativos, de tener dificultades de aprendizaje, de ser ACNEAE, viven inmersos en entornos carentes de estimulación, con tendencia al absentismo escolar prolongado, y en situaciones muy duras y complejas, que hacen tambalear también su bienestar emocional, por lo que a veces su bajo rendimiento académico es un “mal menor”, es lo de menos. Con este panorama, y partiendo de la base de que ya de por si el barrio en el que viven los niños que atiendo se podría considerar un barrio “excluido”, hablar de inclusión en un ámbito como este resulta una empresa complicada. 
Como os decía, trabajo en un colegio, pero no soy miembro del cuerpo docente, soy profesional “externo” y mi trabajo consiste en llegar a aquellos a los que el sistema no llega, y para ello, debo coordinarme, cuando las circunstancias lo permiten, con los distintos agentes implicados en el proceso. En ese intento de coordinación, a lo largo de estos años, me he encontrado con profesionales muy implicados, pero también tengo que decir que me he encontrado con otros, y no pocos, que tenían poca formación para atender y entender a alumnos con dificultades, pero al mismo tiempo mostraban desgana, poca disposición, y poca actitud (o al menos esa ha sido mí percepción, tal vez errónea). 
Y me duele decirlo, por lo que me toca, pero no solo eran tutores, si no especialistas que trabajan con niños con necesidades educativas especiales. También he podido apreciar cierto grado de desmotivación. Quizá, quiero pensar, por las circunstancias y el contexto en el que les toca desarrollar su labor, que la dificultan, como me ocurre a mí y a mis compañeros. 
Cuando hablamos de inclusión, hablamos de la necesidad de que los docentes se impliquen
Cuando hablamos de inclusión, hablamos de la necesidad de que los docentes se impliquen, de que deben adoptar una actitud más abierta, una mayor disposición, que deben formarse….pero, ¿solo los docentes deben asumir esa responsabilidad?. Digo esto porque, aunque todos asumimos que los padres de los niños/as son los primeros interesados en lo mejor para sus hijos/as, en que estos reciban una atención de calidad, en igualdad de oportunidades, a la que, por otro lado, tienen derecho, sorprendente e incomprensiblemente, no todos parecen tenerlo tan claro, y adoptan una postura de quejarse de no tener medios, de no saber cómo ayudar a sus hijos….pero en el momento en que se ponen a su disposición recursos que les pueden suponer un alivio, un apoyo, con profesionales que les pueden guiar, aconsejar, escuchar…..no lo aprovechan, no participan, no acuden, no se comprometen….En más de una ocasión he tenido que escuchar la siguiente pregunta “¿por venir aquí nos van a dar alguna ayuda económica?”, y si la respuesta es “no”, prefieren dejar al niño en casa, que aprovechar un recurso que en sí mismo es una ayuda, puesto que de otra manera no podrían sufragar los gastos de una intervención privada. Pero algunos no solo no aprovechan las ayudas, si no que no llevan a sus hijos/as al colegio ¿cómo hacemos inclusión con un alumno/a con necesidades educativas especiales al que ni si quiera le llevan al colegio?, ¿cómo y qué debemos hacer para ganarnos a estas familias?. Estas preguntas me las hago a diario.
¿Cómo hacemos inclusión con un alumno/a con necesidades educativas especiales 
al que ni si quiera le llevan al colegio?


Como habréis podido comprobar mi visión de inclusión en el momento actual es muy negativa y pesimista, si bien, confío en que en un futuro las cosas puedan cambiar, pero para que cambien es necesario que la “receta” incluya como ingredientes:
No podemos pretender mejorar la calidad de la educación igualando al alza o a la baja, en función de la ideología del gobierno de turno. Es necesario flexibilizar y personalizar, se trata de facilitar a los alumnos los recursos educativos necesarios para que éstos puedan llegar tan lejos, tan rápido, con tanta amplitud y con tanta profundidad como le permitan sus capacidades y sus posibilidades (Javier Tourón, 5 de marzo de 2012) Pero, ¿cómo podríamos conseguir todo esto que suena tan bien y que queda tan bonito? Algunas de las ideas que se me ocurren pasan por:
  • Apostar por la prevención. ¿Por qué no comenzar a trabajar con un alumno una vez que observamos que algo no va bien en lugar de dejarlo para el momento en el que tenemos un diagnóstico? ¿Por qué, en muchos casos, hasta que no se tiene una “etiqueta” firmada y por escrito no se puede comenzar a ofrecer a ese niño los recursos que necesita para avanzar?
  • Mayor formación y concienciación, y a veces compromiso, por parte de la comunidad educativa, sobre todo, de aquellos que no son especialistas, en materia de necesidades educativas especiales y/o dificultades de aprendizaje.
  • Aprender a ver la diferencia con naturalidad. 
  • Introducir actividades que impliquen trabajo colaborativo en los que todos los alumnos puedan aportar algo y todos aprendan los unos de los otros. 
  • Sería de gran ayuda proponer y seguir impulsando proyectos educativos para el fortalecimiento del vínculo familia escuela, en busca del objetivo común.