Este año he tenido el honor y privilegio de unirme al Consejo Asesor de la Revista «Aula de Innovación Educativa» de la Editorial Graó. Dentro de su sección «En Voz Alta» publicaré algunos artículos reflexivos sobre el ámbito de la educación. 

El primero que he publicado lo he llamado «La ceguera de las notas» y lo comparto a continuación en este post en el que lo amplía y complementa. 
Las notas se convierten en un aliado de la exclusión, competitividad e individualismo. No tienen razón de ser si no es para establecer niveles de válidos y no válidos. Hay que aspirar a una evaluación auténtica que dé sentido al proceso de aprendizaje. 
La ceguera de las Notas. Fotografía propia.

La Ceguera de las Notas

En este final de primer trimestre he observado cómo el fin último de la educación para todos los sectores de la comunidad educativa son las famosas “notas”. Alumnos, profesores y padres y madres, y Administración valoran todo el esfuerzo, trabajo y aprendizaje de un trimestre condensándolo en un solo número.
Las notas suponen el establecimiento expreso y reglado de niveles en los que situar a los alumnos. Esta jerarquía enmascara una clara competición entre alumnos para poder establecer categorías de validez: grupo de listos, raspados y torpes. Es algo social, asumido y asimilado por todos; un estigma no cuestionado por nadie y visto como necesario por muchos. 
Incluso los propios alumnos se etiquetan entre ellos según sus capacidades para aprobar o no, y lo peor, se etiquetan a sí mismos estableciéndose metas vinculadas a un número; número que valora la capacidad memorística personal en la mayor parte de los casos. Pero que además, como he tenido ocasión de comprobar en algunas ocasiones, son decisivas para la elección de una amistad, a ojos del alumno, y por supuesto, a ojos de la familia. ¡Gran poder el que tienen las notas!
Pero, ¿para qué sirven las notas? Podría decirse que se trata de una forma de determinar los aprendizajes alcanzados por el alumnado al final de un proceso de enseñanza (curso, unidad, trimestre…). Es por tanto una forma de “cuantificar” los conocimientos de un alumno. De esta forma puedo determinar cuánto ha aprendido, qué lugar ocupa en su clase -y en el mundo- y qué «ranking» obtiene.

Los aprendizajes adquiridos constituyen su propio currículo personal 

Los aprendizajes adquiridos por los alumnos constituyen su propio currículo personal, el cual le servirá para afrontar los retos y desafíos que en su propia vida se le vayan poniendo. Y esto es difícil de cuantificar, pero además es inútil, ya que conocer un número vinculado al nivel de conocimientos no nos servirá para saber si será capaz de resolver un problema complejo en una situación determinada. No todos los problemas se resuelven de la misma forma. Y más si tenemos presente que la organización en áreas no responde a los diferentes modelos personales de aprender; ni responden a la realidad compleja exterior al mundo académico. Las asignaturas tal y como las entendemos, no responden a la realidad de la vida. 

Pero el mayor peligro que nos traen las notas es el de etiquetar personas. Resulta difícil asumir con naturalidad que aquellos que tienen un 5, son aptos para la vida, y aquellos que tienen un 4’9 no lo son. Y en base a esa décima se va pre-diseñando un futuro para una persona. En base a esas notas vamos realizando una selección natural de futuros titulados, y otra clase paralela para el tejido industrial. Por norma general, las puntuaciones altas en un determinado alumno o alumna suele ser un indicador directamente proporcional a su capacidad para asumir y acatar el sistema.

Mi pregunta es: ¿por qué necesitamos hacer esto? ¿Es importante saber quién está aprobado y quién suspenso? ¿No sería mejor intentar rellenar la “mochila” personal de aprendizajes de cada alumno hasta donde sus propias capacidades, habilidades y talentos lo permitiesen? Lo único que conseguimos con las notas es establecer criterios comparativos y competitivos entre alumnos, convirtiéndolos en personas más individualistas y menos cooperativas. 

Desterremos ya la categoría de aprobados y suspensos. Pensemos en una evaluación que nos informe de forma personalizada sobre los Procesos de Aprendizaje Desempeñados por cada alumno, y esa información usarla para mejorar el siguiente proceso de enseñanza. Y es que, además, será el bagaje con el que contará para afrontar su proyecto de vida.
Podéis acceder al artículo y a la revista en este enlace: