Como cada trimestre, he publicado, en la revista Aula de Innovación de Graó, un artículo en la sección «En voz alta», que la comparto con mis compañeros José Blas García y Coral Elizondo.

Lo he llamado: «No sirvo para esto».

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No sirvo para esto

La motivación es un componente emocional que se relaciona con el éxito que se obtiene cuando establecemos un plan para lograr una meta.

Pero ese éxito no siempre es alcanzado por todos y todas. En ocasiones, las tareas que planteamos pueden suponer un gran problema para una parte de nuestro alumnado, y sus proyectos para alcanzar esas metas, a menudo, no funcionan y obtienen el fracaso. Las barreras que la tarea llevaba implícitas terminaron con sus expectativas de éxito. Y si a esto, añadimos a docentes con pocas expectativas sobre esta parte del alumnado… el problema se complica.

Así, estas tareas acaban generando frustración y ansiedad en el alumnado, provocando falsos mitos y creencias sobre sus capacidades personales para poder alcanzarlas.

Es frecuente que muchos alumnos/as manifiesten su incapacidad con la expresión “no sirvo para esto”.

¿Por qué no incrementar las expectativas, desmitificar creencias y optimizar el éxito?

Cuando iniciamos este tipo de “contenidos difíciles”, no solemos abordar la tarea con una reflexión inicial, en grupo, en la que invitemos a cada alumno/a a poner sobre la mesa sus expectativas de éxito, o por qué creen que les generará dificultades. Sin embargo, esta reflexión guiada podría llevar al alumnado a centrarse en el esfuerzo que necesitan realizar, los pasos a seguir, y el entrenamiento o ejercitación que requerirá el aprendizaje, en lugar de centrarse en las propias expectativas negativas de auto-eficacia.

Es frecuente que nuestro feedback no lo focalicemos demasiado en lanzar mensajes que les orienten a centrarse en los procedimientos y pasos a seguir, más que en los malos resultados que creen que van a obtener. Es necesario proporcionar un feedback positivo, constructivo y que desmonte falsas creencias sobre la propia incapacidad para realizar la tarea. Esto podríamos conseguirlo mostrándoles conexiones con actividades parecidas en las que sí obtuvieron éxito, presentándoles patrones similares que ya tienen asimilados, ejemplos y contraejemplos sobre el proceso que tienen que seguir, o modelos adecuados de respuesta.

Y llevar esto a la práctica, supondría que fuese el propio docente el que no tuviese expectativas negativas o creencias sobre un “alumno/a difícil” y que estuviese motivado para hacerlos participar a todos/as.

Supondría que el propio docente no haga referencia a su incapacidad para atender a la diversidad, y se pusiese manos a la obra para entrenarse en las estrategias necesarias; supondría renunciar a la expresión “no valgo para atender a alumnos/as diversos”, para pasar a formarse en lo desconocido.

Es frecuente que muchos docentes manifiesten su incapacidad con la expresión “no sirvo para esto”.