El pasado lunes 24 de octubre, se publicó en este blog una entrada a la que denominé «Confesiones de una maestra agobiada con la inclusión«. Sin duda se trata de uno de los post de mayor repercusión de este blog, supongo que por las sensaciones tan divididas que provocó en sus lectores: tristeza por ver cómo el sistema una vez más falla repercutiendo en los alumnos más vulnerables; y por otra parte, contaba una historia donde muchas personas, sobre todo docentes, se vieron reflejadas en su quehacer diario.

Respuestas a la maestra

En primer lugar quiero decirle a esta maestra que me siento muy agradecido de que nos prestara su confesión, poniendo voz a miles de docentes que piensan lo mismo pero que no se atreven a contar porque no es éticamente correcto. Además me consta de que para ella no fue fácil. 
Muchos de los comentarios que nos dejaron en las redes sociales hacían referencia a este aspecto, unos para criticarlo y otros para alabarlo, pero sin duda todos para entenderlo como una cuestión para la profunda reflexión.
1ª Respuesta: lo primero que tengo que contestarte es que el principal fallo no es tuyo, ni de tus compañeras/os del colegio, ni siquiera del propio colegio, es un fallo del sistema. Precisamente esta semana llegaba hasta mí un artículo de AutismoDiario llamado «Un mal modelo de integración escolar es perjudicial para el niño con autismo«, donde su autor acierta al exponer que las atenciones que pueda requerir un niño con autismo, o con un perfil semejante, de los dos a los cuatro años, prácticamente deberían ocupar el 100% del horario escolar. Tal y como están las cosas planteadas en los centros educativos, esta atención necesaria no es la adecuada. 
Pero además falla el sistema porque la etapa de la Educación Infantil es la etapa más importante en el desarrollo evolutivo de los alumnos, y las aulas no deberían permitir ratios tan elevadas para esta empresa. Menos, si cabe, cuando en el aula se presentan casos de alumnos donde este desarrollo evolutivo debe ser atendido de manera más personalizada.
2ª Respuesta: la atención a las necesidades educativas especiales de los alumnos no es, ni debe ser un acto de fe ni humanitario. Aunque se agradece la intención, y las madres y padres de estos chiquillos te lo sabrán recompensar, con la buena voluntad, por sí sola, no es suficiente. En estos casos la atención educativa debe ser un trabajo colegiado, de todos, con una adecuada planificación nacida de la más estricta coordinación docente. Se requiere formación y asesoramiento por parte de Equipos Externos y se requiere colaboración inter-institucional. Sobrepasa a la persona y a sus intenciones.

Respuestas a tu caso concreto

No obstante, ya sabéis que siempre he propuesto que la acción debe predominar sobre la denuncia, y hecha ésta, es tiempo de ofrecer alternativas, ofrecer caminos diferentes a esa situación docente que te hizo «abandonar» la inclusión.
Este caso deberíamos analizarlo atendiendo a las políticas y prácticas que se llevaron a cabo en tu relato. Para ello voy a establecer tres niveles de respuesta:
1º A nivel de centro. 
Los centros educativos deben reflexionar sobre sus Proyectos Educativos y establecer unas líneas pedagógicas que de forma inequívoca propongan estrategias, recursos y normas claras para que el centro determine líneas inclusivas en sus políticas. Para ello os insto a leer este estupendo documento de Coral Elizondo que acaba de ver la luz y que aportará muchas pistas para implantar estas políticas y prácticas inclusivas: «Proyecto Educativo de Centro desde un Enfoque Inclusivo

En este caso concreto que nos ocupa hay  unas acciones prioritarias a desarrollar:
– Colaboración con el CAIT y Equipo de Atención Temprana de la zona.
Sabemos que sobre el mes de septiembre, se debe organizar una «reunión del equipo docente y de las y los profesionales que trabajan con el alumnado para
la exposición de información relevante sobre las características del grupo clase, así como
las características específicas de algunos alumnos y alumnas para que sirvan de
referencia para el diseño de las propuestas pedagógicas» (Instrucciones de 22 de junio de 2015, sobre NEAE).
 
En este caso concreto, estas reuniones se deberían complementar con el CAIT, y su fuese oportuno, con el Equipo de Atención Temprana. Lo realmente importante de estas reuniones es determinar y diseñar las Propuestas Pedagógicas de este aula en función del alumnado que se va a escolarizar en ella, tomando conciencia del grupo-clase al que va dirigido y las posibles dificultades que se puedan encontrar para su puesta en práctica.
– Coordinación de apoyos. 
Sin duda, y por la experiencia planteada por esta docente, en este caso se atisba una falta de coordinación en los apoyos recibidos en el aula. La docencia compartida debe ser un acto de apoyo al grupo clase, y nunca de apoyo a la docente. Si no existe esta coordinación se generan situaciones descontroladas y no planificadas que generan una incoherencia en los métodos y modelos de trabajo en el aula. Pero esta coordinación se debe establecer atendiendo a criterios claros:

  • Momentos de mayor acumulación de estrés del alumnado.
  • Necesidades de apoyo en las habilidades de autonomía de los alumnos (aseo, comida,…). 
  • Apoyo en momentos de intensa actividad curricular del grupo clase.
  • Necesidades comunicativas de los alumnos.

– Formación del profesorado en atención a la diversidad.
Desde los centros se deben proponer, demandar y ofrecer actividades que formen a su personal docente sobre «la realidad de su centro educativo». Este centro cuenta con varios alumnos con diversidad funcional que requieren una especialización en sus atenciones. Esta especialización parece ser entendida como externa al centro, y no debería ser entendida de esta manera. El personal educativo de este centro es posible que no sepa cómo enfrentarse a problemas de conducta en niños de 3 años con alguna patología; el personal no sabe cómo «arrancar» la comunicación en niños que no saben comunicarse; el personal no conoce las estrategias adecuadas para instaurar conductas adecuadas en habilidades de la vida diaria en niños con rigidez mental; el personal no sabe qué criterio seguir ante lesiones y autolesiones de los acnee sin habla… 
Muy probablemente, cosa que desconozco y que me atrevo a aventurar, durante este curso que se nos ha descrito, el profesorado del centro realizó cursos de Competencias Clave o ABP -no seré yo quien diga que no son necesarios-, aspectos no prioritarios, al menos para el personal docente de E. Infantil. Vuelvo a reiterar que la formación docente debe responder a la «realidad de su centro educativo».
Quizás cuando entandamos que la formación del profesorado no es una exigencia para conseguir sexenios, sino una necesidad para un trabajo docente en condiciones, consigamos cambiar muchas cosas.
– Agilidad en los requerimientos de atenciones externas.
Cuando la Junta de Andalucía propone las Evaluaciones Psicopedagógicas con sus orientaciones oportunas que se deben realizar a los diferentes alumnos con NEAE, establece una serie de «prioridades de evaluación» en función de ciertos criterios. El primero de esos criterios, la principal prioridad la plantea precisamente en alumnos del 2ª Ciclo de E. Infantil. (Instrucciones de 22 de junio de 2015, sobre ACNEAE). Es por ello que se debería haber otorgado una prioridad absoluta a estos casos sobre el resto de casos del centro, orientando sobre medidas de apoyo, refuerzo y adaptaciones oportunas para cada uno de los tres alumnos. Además, el centro debería haber demandado la atención del Equipo de Conducta de la Provincia, el cual debe asesorar, orientar, y si fuese necesario, ofrecer apoyo directo, en cuestiones de modificación de conducta de los alumnos citados. Repito que no sé si estos paso protocolarios se dieron, pero sí que se debieron dar.

-Flexibilidad en las medidas de atención a la diversidad. El Plan de Atención a la Diversidad del Centro
La diferente normativa en cuestión de Atención a la Diversidad, sea cual fuere la etapa, comunidad autónoma o ACNEAE en cuestión, es clara a la hora de establecer un principio universal: la flexibilidad en la atención educativa de los ACNEAE. Desde mi modesta opinión, cuando se detectan las NEE de John, y se le realiza su correspondiente Evaluación Psicopedagógica y Dictamen de Escolarización (si es que lo tiene realizado), el centro educativo debería haber hecho uso de este principio en liza. La flexibilidad supone que si un aula está saturada de alumnos por encima de la ratio (26 niños), y además tiene dos alumnos con su correspondiente dictamen, en el momento de detectarse este tercer caso en el aula, se deberían haber reestructurado los grupos respondiendo al principio de equidad, para compensar las dificultades y ofrecer una atención educativa más justa y equitativa a los alumnos del centro.

2º Nivel de Aula

En este segundo nivel, se detectan, según tu relato, varias necesidades generadas en el aula.

– Falta de organización de espacios y tiempos. 
En mi opinión este es uno de los principales elementos que llevaron al aula a la situación de «caos» que nos cuenta esta docente. Las rutinas fijas y estructuradas, los tiempos bien gestionados y organizados llevan a los alumnos que presentan excesiva rigidez mental a tolerar sus momentos menos agradables. Una anticipación clara de lo que va a ocurrir y unas dinámicas de repetición continuada en el aula ayudan a esta inflexibilidad mental. Es cierto que el período de adaptación es una situación compleja en el aula, pero también existe un «Plan de Acogida» para los alumnos con NEAE que es diferente al establecido con carácter general para el resto. Estos alumnos deberían haber prolongado este período, con una dotación extraordinaria de tiempos. Además, se deberían haber tomado medidas a priori sobre las posibles dificultades con las que se podrían encontrar.

– La organización del trabajo por rincones o espacios. 
El trabajo en el aula de E. Infantil se presta mucho a esta metodología espacial tan rica y conocida por todos. Sin embargo, una de las grandes ventajas del trabajo por rincones es que permite distribuir a los alumnos en diferentes rincones a la vez, estableciendo rutinas de trabajo que van asimilando y les van proporcionando cierta «autonomía de trabajo». Esta autonomía de trabajo de la mayoría de los alumnos del aula es la que debe servirnos para ofrecer momentos de mayor atención a aquellos que presentan mayores dificultades.
Esta metodología unida a las experiencias de docencia compartida hacen que esta tutora hubiese podido disponer de mayor cantidad de tiempo para la atención a sus tres alumnos planteados.

– La docencia compartida.
Como vengo comentando, la docencia compartida en este caso hubiese sido una de las claves para solucionar, en parte, estos problemas. Pero en este caso concreto la docencia compartida hubiese debido ofrecer a la tutora, y no a ningún otro docente, este tiempo extra para la atención a este alumnado, ya que es ella quien mejor conoce a John, Juana y Juan, y es con ella con quien más seguros y protegidos se sienten. Tendemos a entender que el segundo docente lo es para el ACNEAE, y lo es para «liberar» a la tutora, pero en ocasiones, y este es un ejemplo singular, ocurre justo al contrario.


– La adecuada distribución de roles profesionales. 
Una base inequívoca para que la atención educativa en el aula hubiese llegado a buen puerto es que cada profesional implicado en la misma sea consciente de cuáles son sus auténticas funciones y cómo pueden contribuir a una mayor eficiencia de su trabajo.
En tu caso, querida docente agobiada con la inclusión, debes tener claro que las funciones de asistencia, aseo y desplazamiento están asignadas a un personal específico, formado para ello. Yo mismo me he plantado en algunas ocasiones que las reticencias de algunos docentes a no «limpiar» a sus alumnos son extremas, pero no es este tu caso. En el caso que nos describes debes entender bien que estas funciones están asignadas a un personal específico precisamente porque tienes un aula con unas características singulares que no te permite dejarla ni medio segundo. Muy al contrario, necesitas de apoyos extraordinarios de docentes que complementen tu labor.
Por otra parte, el tutor debe autoploclamarse como «líder» de su aula. Debe establecer los tiempos, atenciones, apoyos y ayudas que necesita y coordinarlas como eje central del proceso. Si en tu aula no se daba esta coordinación la principal responsable eres tú (según ley).
La coordinación docente no se establece por la inercia de sus miembros. El Equipo Docente debe funcionar como tal y «siempre» debe responder a la coordinación del tutor. Si en este supuesto, como nos cuentas, cada una opina de forma diferente, y por ende hace de forma diferente, el barco no llegará a puerto.
Los diferentes especialistas, PT o AL, monitores, deben servir de apoyo al aula y deben dejarse coordinar por el principal actor de esta escena. No es casualidad que la normativa proponga al tutor como máximo responsable: es el conocedor de la situación, de sus alumnos, de sus métodos y de sus evaluaciones. Ni el PT, ni el AL deben organizar y dirigir los apoyos.

3º A nivel individual.

En los tres casos que nos planteas, los alumnos necesitan una respuesta educativa muy específica que requiere de atenciones especializadas, aseoramiento y formación por parte de los Equipos Especializados y un ambiente muy muy estructurado:
Para Juan: De los tres casos es el que menos necesidades requiere. Deberías haber realizado una evaluación inicial que te determinase aspectos relacionados con:

  • Inflexibilidad cognitiva. Evaluar aquellas situaciones de cambio, desconcierto o improvisación que pueden generar estrés en el niño. Una vez evaluadas se deberían haber planteados unas rutinas bien asentadas, anticipadas al niño con algún modelo visual para reducir la ansiedad ante los cambios.
  • Sensibilidad sensorial. Los alumnos con TEA suelen tener problemas de hipersensibilidad a sonidos, luces, colores… Es importante conocer si tiene algunos de estos problemas, ya que para el niño es prioritaria la eliminación de esta ansiedad de cara a poder seguir un normal desarrollo de las sesiones programadas. 
  • Intereses restringidos. Conocer la gama de intereses de Juan te puede ofrecer la posibilidad de negociar conductas, aprendizajes o cambios de rutina. Los intereses restringidos pueden ayudarnos en estas tareas, a la par de servirnos para ampliar a otros intereses más cercanos a su desarrollo infantil.
  • Competencia social. Conocer las formas de instaurar conductas prosociales que favorezcan su interacción con el resto de compañeros es importante. Por ello no solo se debe plantear un modelo de trabajo basado en las habilidades sociales naturales en la edad, sino en desarrollar la práctica continuada de esas habilidades y su generalización en contextos más amplios.
Para Juana: El caso de Juana es un caso de rechazo de la interacción social con adultos, reacciones somáticas a estas interacciones y falta de reciprocidad social con los desconocidos. Conocer la forma de trabajar las emociones básicas en los niños con retrasos en el desarrollo te llevaría a establecer niveles de trabajo adecuados: miradas, gestos, sonrisas, caricias, de forma progresiva y extendida al entorno que le rodea. Llenar la clase con siete adultos cada uno con un criterio no es la mejor manera de acercar a la niña al entorno. Quizás este programa de inteligencia emocional habría sido más propicio fuera del aula ordinaria, donde la alumna se alejase de estímulos que interfieren en su aprendizaje.
Para John. Este es sin duda el caso que mayor planificación requiere para organizar su respuesta educativa. teniendo en cuenta que se trata de un aula de infantil, en un período de adaptación y con niños de tres años. No obstante en tu caso la prioridad es eliminar las conductas disruptivas. Esto debe pasar por un asesoramiento del Equipo de Conducta que propusiese estrategias muy elaboradas para el trabajo cognitivo conductual:
  1. Análisis funcional de la conducta. Realizar un registro de observación sistemático, dirigido a conocer la función de su conducta: ¿por qué se producen las agresiones?, ¿qué las provoca?, ¿qué quiere conseguir con ellas?… Se trata de otorgarle una función comunicativa a los problemas de conducta para llegar a conocer lo que el alumno desea en el momento de su aparición.
  2. Modificación del contexto. Una vez que hemos observado al alumno y que hemos indagado en las causas de sus conductas, debemos modificar todos los elementos del entorno que están generándolas: ausencia de la tutora, estrés en el aula, hipersensibilidades a sonidos o situaciones… Un elemento importantísimo en estas situaciones hace referencia a la posibilidad de otorgarle alguna vía de comunicación alternativa al alumno, alguna que sustituya a las rabietas o agresiones que usa para llamar la atención sobre su deseo. Aquí el Equipo de Conducta o el Equipo TEA puede asesorar sobre modalidades comunicativas alternativas y aumentativas. 
  3. Modificación de conductas disruptivas. Asesorada por los expertos, se deben elegir aquellas técnicas que más impacto tengan sobre las características particulares de John: bloqueo, extinción -cuando proceda-, refuerzos positivos o negativos… Y conocer las formas de llevarlas a cabo. Estas técnicas deben ser conocidas y consensuadas por todos los miembros del Equipo Docente, los que participen en recreos y, por supuesto, involucrar a los propios alumnos compañeros. En ningún caso se deben trabajar estas estrategias en el aula de apoyo a la integración. La conducta se modifica en el entorno en el que se genera.
  4. Instaurar conductas prosociales. A través de técnicas como el modelado, moldeamiento o encadenamiento podemos ofrecer al alumno algunas vías para integrar en su repertorio unas conductas alternativas a las agresiones y que sean adecuadas al entorno en el que se desenvuelve. Una vez más estas estrategias pasan por una fuerte asesoramiento y atención directa de los especialistas, coordinación y participación del Equipo Docente y participación sin condiciones de la familia a través de los compromisos de convivencia. 
Esta es mi humilde opinión, la opinión de alguien que sin ser experto en conducta, TEA o Infantil entiende que la solución a una escuela inclusiva pasa por la modificación del contexto donde los alumnos se incluyen, por la coordinación de todos los profesionales participantes y por un cambio de cultura inclusiva donde se entienda que todos tienen cabida en nuestra escuela, y el que no la tiene es porque no sabemos ofrecérsela. 
El niño nunca jamás tiene la culpa de que un ADULTO no sepa trabajar con él

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