Cuando imaginamos una escuela abierta a la participación de todos, donde alumnos con discapacidad o problemas de aprendizaje participan en aulas con un diseño multinivel, formando grupos de base en estructuras cooperativas y progresando en sus aprendizajes, queremos ver un aula en armonía trabajando con las premisas de ayuda y respeto mutuos. 
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Sin embargo esto no es lo que ocurre, por desgracia, en una gran parte de las ocasiones. Pienso que cualquier docente abierto al cambio de esta propuesta inclusiva estaría dispuesto a formarse en metodologías activas, en eliminación de barreras y en ajustes curriculares, pero cuando la diversidad no viene marcada por las barreras a la discapacidad, la limitación o la dificultad, sino por la conducta, el panorama varía sustancialmente. 

Problemas de Conducta e Inclusión

Los problemas graves de conducta que en ocasiones presentan algunos alumnos puedan echar por tierra todos los planteamientos inclusivos que pretendamos instaurar en las aulas, y no sin razón.
Ciertamente las conductas disruptivas, desafiantes o con episodios de autolesiones o rabietas dificultan el que se puedan establecer en el aula ningún tipo de prácticas inclusivas, ni siquiera no inclusivas. En ocasiones no permiten al docente realizar nada de nada en las aulas porque estos alumnos acaparan toda su atención y no son capaces de mantener el orden en clase. 
Estos chicos molestan e incomodan a los demás y a los docentes, y no permiten el avance del grupo. No pasa igual con alumnos con discapacidad, incluso grave pero sin problemas de conducta, ya que ellos están a merced del docente o de sus compañeros y de ninguna de las maneras van a condicionar el desarrollo normal de la clase. Puede que requiera más o menos tiempo de atención «individualizada», puede que los alumnos con discapacidad o problemas de aprendizaje planteen un sobre-esfuerzo para adaptar o ajustar su currículo, pero no molestan. Digamos que si hoy el grupo requiere atención, este alumno puede quedarse en silencio esperando su turno de ayuda.
Sin embargo el niño con problemas conductuales no responde igual. Es por ello que en muchas ocasiones el profesorado se acoge a la sagrada excusa del bien común para pedir que este alumno salga del aula.
En la reunión que tuvo lugar en Sevilla para debatir sobre el nuevo decreto de Atención a la Diversidad se apuntó, a mi juicio con mucho acierto, a que la respuesta educativa que se les ofrece a estos alumnos es insuficiente, y por ello lo considero como la vergüenza del sistema educativo: no existen medios, no existe formación, no existe cultura y la realidad es que no se sabe qué hacer en estos casos
Y una vez más volvemos al debate sobre para quién se considera válida la inclusión educativa. Es lo que en alguna ocasión he denominado como «inclusión selectiva»: Tú sí puedes gozar de esta nueva escuela inclusiva, tú no puedes porque… 
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La escuela ante los problemas de conducta

La escuela debe atender, como ya he reiterado hasta la saciedad, a todos sus alumnos, y los alumnos con Trastornos Graves de Conducta no deben ser menos. Por ello considero importante que en los centros se desarrollen culturas y políticas destinadas a dar una visión diferente de este tipo de alumnado, abriendo la mente de los docentes y familias a que la escuela puede dar respuesta a estos alumnos:
Estableciendo propuestas claras en los Proyectos Educativos y en los Planes de Convivencia sobre la forma de entender las conductas de estos alumnos. No se pueden diseñar sus normas y sanciones de la misma manera que se hace con el resto de alumnos. Debe entenderse que son alumnos con patologías diversas que les llevan a generar este tipo de conductas y que además, en la mayoría de las ocasiones, pueden venir determinadas o propiciadas por el propio contexto educativo en el que se encuentran y no por su propia voluntad.
Realizando formaciones específicas sobre los diferentes orígenes y topologías conductuales. No surge el problema conductual de la misma forma en un alumno con TEA, que en un alumno con Trastorno de Apego o que un alumno con TDAH. Los problemas de inhibición conductual vienen determinados por diferentes procesos en el ejecutivo central que requieren respuestas diferenciadas que todo docente debería conocer antes de «sancionar» o «corregir» la conducta. 
Diseñando programas preventivos y de intervención directa que incidan en el aprendizaje de las conductas prosociales a través de la puesta en práctica de habilidades sociales en contextos naturales, en el aula, junto a sus compañeros. Solo en la interacción social se pueden aprender técnicas de autocontrol, de resolución de conflictos, de sentimientos de pertenencia al grupo, de competencia social y de autoafirmación positiva. Las técnicas conductuales desarrolladas en solitario contribuyen en una menor medida a la adquisición de conductas alternativas a las presentadas. 
Fomentando una mayor carga horaria del profesor tutor con su grupo, para que pueda ejercer como figura de referencia del alumno con problemas de conducta, establecer vínculos adecuados y aportar confianza y seguridad al niño o niña. La excesiva tecnificación del profesorado nos lleva a que los alumnos no tengan una figura clara de referencia, un mentor de confianza o un director de orquesta que les aporte seguridad, tanto por cercanía como por firmeza. 
Entendiendo que las conductas de estos niños siempre responden a un propósito, tienen una función -que diría Tamarit (1995)-. La conducta no aparece con la función de molestar, o de llamar la atención o de reivindicarse en su rebeldía, estas solo son las formas en las que lo hace. La conducta vista así se queda desnuda de propósitos. En el transfondo de las mismas existe siempre alguna función que quiere cumplir y que el entorno que le rodea no sabe, no puede o no conoce la forma en la que responder a esa demanda. Por ello, los docentes y los centros educativos deben deshacer la idea de alumno conflictivo, y acoger la idea de ambiente hostil para el alumno. Buscar las causas que están provocando esta conducta, eliminarlas o paliarlas, buscar otras formas de comunicación y entendimiento con el alumno/a, cambiar modelos segregadores o estresantes en las aulas: exámenes, castigos, exposiciones públicas, notas, tiempo fuera, o el «tenías que ser tú»
Creando contextos de seguridad y confianza libres de elementos que propicien la aparición de las conductas. Esto se puede conseguir con la ayuda de todos, con la docencia compartida, la tutoría de iguales o el aprendizaje cooperativo. Adaptando nuestro lenguaje al suyo, poniéndonos en su piel, sintiendo que las conductas desafiantes, las autolesiones o las rabietas son una forma de «sufrimiento» del alumno, y no una amenaza personal hacia ti. En ocasiones hablamos de niños que pueden tener cuatro años, todavía no son capaces de discernir lo que es personal y lo que no. No saben controlarse y lo último que requieren es de personas hostiles que les expulsen o castiguen sin siquiera hacer un esfuerzo por entender qué hay detrás de esa conducta.

Entendiendo que existen diferentes tipos de familias asociadas a los problemas de conducta y por tanto tenemos que trabajar de forma diferente con cada una de ellas. Saber responder a familias colaboradoras y familias no colaboradoras; a familias que acrecentan los problemas de conducta en el ámbito familiar, y a familias que intentan que eso no sea así; a familias que no saben cómo actuar con sus hijos, y a familias que no quieren actuar con sus hijos. Debemos huir de los prejuicios y la culpa de las familias y responder a las necesidades de los niños, debemos evitar trasladar a los niños el sentimiento de irresponsabilidad familiar. Y por supuesto esto nos debe llevar a los docentes a algo que considero fundamental para cambiar nuestras culturas sobre los problemas de conducta: no justificarnos en la falta de valores desde la familia para no hacer nada por los chicos.  Desde luego que la familia es la primera instancia socializadora, pero cuando esta no aporta la seguridad y aprendizajes necesarios, la escuela debe intentar compensar estas carencias y convertirse en la primera y quizás (según casos) única fuente de educación de los niños.

Desarrollando estrategias de control de emociones, de relajación, de fomento de la autoestima, de autoconomiento y autocontrol. Dejad tiempo para esto aunque no se termine el libro de texto este año. En el portal del Equipo Técnico de Granada podéis encontrar un fabuloso material para trabajar todos estos aspectos en el aula, con el nombre de Pídele Peras al Olmo
Para revertir este proceso todos debemos estar trabajando en la misma línea, todos… no solo docentes o equipos directivos, sino también, y más importante si cabe, las propias familias del centro.

Los alumnos con problemas de conducta necesitan de nosotros
No les demos la espalda