La de hoy es una entrada dirigida a familias y docentes abanderados de la inclusión educativa.
Hoy quiero publicar una entrada para la reflexión. Un alto en el camino de la inclusión que ayude a poner las cosas en su sitio y a llamar a las cosas por su nombre.
En todas las entradas precedentes que he dedicado a hablar de la inclusión educativa, me he empeñado en contar las bondades de un sistema que acoja en su seno a los ACNEAE, los haga partícipes de las dinámicas de trabajo del aula y puedan promocionar al igual que sus compañeros en un ambiente de respeto y aceptación a la diferencia.
Todo esto es una meta perseguida y luchada por todos, principalmente por los padres, grandes activistas de la inclusión, y por muchos otros docentes, profesionales, médicos… que entienden que la discapacidad no debe ser rechazada, excluida y eliminada de nuestros patrones estandarizados y politizados de normalidad.

Las posibilidades reales del maestro de PT o AL

En mi largo peregrinaje por diferentes centros educativos, atendiendo a variedad de alumnos con NEAE derivadas de su discapacidad visual, aunque en una gran parte de los casos, con otras dificultades añadidas, he tenido la ocasión de conversar con docentes, de PT fundamentalmente, sobre el futuro de los alumnos a los que atendemos. Un futuro incierto que se torna aún más difícil en los tránsitos de etapa, en las decisiones relativas a las modalidades de escolarización que se acercan implacables.
En estos casos, este maestro ha barajado todas las opciones disponibles, las exclusivas y las no exclusivas. Y digo no exclusivas porque en el reparto de opciones, ninguna se ajusta a una respuesta inclusiva real. A mayor nivel educativo, mayor exigencia curricular, menor formación pedagógica y menor adaptación a las dificultades. Esto convierte al centro educativo ordinario en un modelo bipolar: centro exclusivo – centro no exclusivo.
Pero en ninguno de los dos casos se asegura una correcta presencia, participación y promoción del ACNEAE. Debemos elegir de entre todas las posibilidades, la menos mala, ¿pero cuál es la menos mala?
Las decisiones de escolarización para el ACNEE en nuestro actual modelo educativo 
pasa por elegir la menos mala, la más digna
Para que nadie se sorprenda es necesario decir alto y claro que el Sistema Educativo, tal cual está planteado, no está preparado para atender a los ACNEE en situaciones de inclusión real. Comenzando por la normativa en materia de educación que pone el foco en estándares (en su propia definición aparece el modelo de norma) y en los resultados académicos, y que no marca obligación a los centros de instaurar políticas reales inclusivas. Pero también sabiendo que los maestros y profesores no se acercan lo más mínimo al planteamiento de modelos metodológicos que incluyan a todos. Ni siquiera los más innovadores que ahora andan centrados en la lucha revolucionaria por el cambio en la educación. Estos últimos, que gozan de toda mi admiración, no disponen de tiempo para una lucha secundaria como la inclusión. En ninguno de los tratados, páginas web, movimientos de cambios pedagógicos y todo lo más chic del momento veréis una sola palabra destinada a concebir este cambio para TODOS.
Si estas mentes abiertas y divergentes no pueden (y quizás ni deben) centrar su esfuerzo en nuestros alumnos, ¿imagináis a los docentes de libro y boletín cambiando hacia modelos de participación y presencia?
La realidad es más dura que todo esto. No existe formación, no existe preparación, no existe conocimiento y tampoco existe predisposición ni preocupación. 
En esta realidad aparece el docente de PT y AL, normalmente dedicado en cuerpo y alma a la atención de su alumnado. Indignado, frustrado y quizás abandonado a la suerte de los tiempos inamovibles de la atención a la diversidad, de la Gran Integración con la que se lavaron conciencias.
Un docente, el de PT/AL, que en la mayoría de los casos es la oveja negra de los centros, o el maestro milagro de los desamparados. 
Un docente que ve convertida su aula de Pedagogía Inclusiva en un aula de Educación Especial encubierta, con un currículo paralelo al ordinario, con unos niños ajenos y lejanos (adviértase la similitud de la palabra) a lo que pasa en su clase. Trabajando mejor o peor, pero excluido. 
Esta realidad que ocurre en la mayor parte de los centros, suele ser una realidad, en la mayor parte de los casos, muy sufrida por los maestros especialistas en atención a la diversidad. Sufrida porque saben que por muchas corrientes inclusivas que lean, por muchos ríos de tintas que se escriban en favor de la inclusión, la realidad de la mayor parte de los casos es que mientras el alumno concreto con NEE no esté con él, estará dando vueltas en su clase ordinaria, sentado en una esquina sin saber qué pasa, olvidado y vilipendiado hasta por sus propios compañeros que lo perciben como el diferente, el extraño, el raro.

Y entonces aparece el amor

Cuando un docente de Pedagogía Inclusiva comprometido con sus alumnos, conocedor de la triste realidad y amante incondicional de sus niños es sometido al tercer grado por las familias. Cuando es preguntado sobre su opinión en el tema de la escolarización de sus hijos, muchos, pero muchos, con el corazón en la mano y con la sensación de hablar de su propio hijo, recomiendan un mejor futuro para él, donde se le atienda mejor o peor, pero se le atienda por profesionales a los que les importen.
Conocedores de esta realidad se dejan llevar por el corazón y el amor y aconsejan a esos padres que se lleven al niño de allí, que más alejado no puede estar ya de la normalidad dictatorial del centro en el que está. Que quizás un centro específico sea más sensible a sus necesidades.
Y puede que estas palabras de amor sean malinterpretadas por unos padres ávidos de oír soluciones inclusivas, ávidos de que su hijo pase por ser uno más, uno como los demás. Y el maestro de Pedagogía inclusiva tiene exactamente el mismo deseo que el padre, pero solo una cosa los diferencia: el maestro sabe lo que ocurre de puertas para adentro.
He tenido la oportunidad de entrar en muchas aulas de PT a trabajar mientras los maestros atendían a otros ACNEAE, y no han sido pocas las veces en las que me he emocionado y la sensibilidad me ha erizado el cuerpo al ver la ternura y amor con la que tratan a sus alumnos, los besos paternales que les regalan, los ánimos que les trasmiten y la lucha que por ellos hacen día a día de manera desinteresada. No estoy hablando aquí de técnicas y recursos metodológicos perfectos… Ni hablo de condiciones o aptitudes pedagógicas. Hablo de AMOR.

Cambiemos el punto de mira

Quizás el verdadero mensaje que quiero transmitiros con este post cargado de emoción es que todos aquellos que luchamos por la inclusión educativa debemos fijar bien nuestro punto de mira y apuntar a otras instancias más altas. Subir la mira de nuestra lanza y acertar en la auténtica diana que puede y debe facilitar que la escuela se convierta en un modelo inclusivo real.
Comenzando por la Inspección Educativa, que tiene en su mano facilitar aquellas iniciativas que propongan metodologías que propicien la participación, y no como ocurre en muchos casos, que la juzgan, critican o sancionan.
Siguiendo por equipos directivos que no facilitan el cambio educativo, que quieren mantener el inmovilismo en pro de una continuidad del mandato. Entérense ya que progresar es conseguir la valoración de tu comunidad educativa.
A las universidades, que siguen formando en modelos teóricos del siglo XIX, con teorías sociológicas anticuadas y desfasadas que proponen modelos repetitivos e industrializados. Pasemos ya a una auténtica formación-acción. Una universidad investigativa y participativa en los modelos reales de educación.
Pero no nos olvidemos de las Administraciones, propiciando modelos burocratizados que aburren al más pintado para intentar poner en práctica cambios en los métodos pedagógicos, en la escolarización, en la formación permanente del profesorado… 
Podemos aburrir poniendo dianas. Pero dejemos ya de enjuiciar el amor de los docentes a sus alumnos con NEAE

Y no me quiero despedir sin decir que existen muchos, miles de docentes que se preocupan por sus alumnos con NEAE día a día, tutores y especialistas que quieren un cambio para ellos. Desde luego ellos tampoco deben estar en la diana de los que luchamos por la inclusión.