Uno de los mayores problemas con los que se encuentran los niños y niñas con algún tipo de discapacidad es la participación con sus compañeros en los recreos. Podríamos decir que el tiempo de recreo puede convertirse, para según qué niños, en el tiempo menos inclusivo y más segregador de todos los que transcurren en un día normal de clases.

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Y realmente lo que ocurre en este tiempo es un barómetro ideal para darnos una estimación de los niveles de culturas, políticas y prácticas reales que se están trabajando en el centro educativo. 
Y es que el recreo es un tiempo destinado al ocio, a la desconexión y al establecimiento de interacciones sociales durante unos pocos minutos, que alejan a docentes y discentes del arduo y duro trabajo de aprender sentados y callados, escuchando/diciendo la lección.
Este es el principal motivo de que el recreo se haya convertido en un tiempo «sagrado« para unos y para otros, un tiempo intocable donde no podemos pedirles a los niños que hagan nada que se les plantee como «obligado»como podría ser juntarse con algún diagnosticado-; y mucho menos podemos pedirles a los profesores que se impliquen en colaborar y fomentar un recreo para todosbastante tienen ya con dar clase a los 25 durante 5 horas.

Solo el hecho de plantearnos el recreo como un tiempo de descanso nos tendría que llevar a pensar muchas cosas sobre los modelos de enseñanza que proponemos en las aulas.

El libre albedrío

Y en esa concepción del recreo como tiempo personal del individuo se esconde una realidad que todos vemos pero ninguno queremos ver: los niños con discapacidad son rechazados en los juegos de recreo. Se quedan solos, apartados, deambulando por el patio viendo cómo los demás, dentro de su libre albedrío, se recrean (crear o producir algo nuevo – divertirse, deleitarse) eligiendo a las personas con las que hacerlo. 
En la mayoría de los casos, los alumnos con discapacidad o problemas graves de conducta (definidos como NEE), no suelen ser los elegidos por los demás alumnos. Supongo que será porque son diferentes: porque no conocen-respetan las normas de sus juegos (aunque éstas sean recreadas); porque los compañeros han aprendido (imitado) que tienen que funcionar aparte (aulas de apoyo, aulas especiales); porque tienen limitaciones, falta de capacidades, falta de habilidades, carencias, dificultades, problemas (diagnóstico); porque en sus casas les advierten del peligro de estar con ellos (grupos de whatsapp, reuniones, protestas por las molestias que ocasionan)…
Como apuntaba al principio, el recreo es un gran barómetro del nivel de inclusión de un centro educativo. Ese libre albedrío deja poner en práctica de forma espontánea y natural la forma en la que nuestros alumnos se han empapado de la cultura general de respeto, ayuda, participación, aceptación y empatía que el Proyecto Educativo del centro desarrolla cada curso escolar. Y este barómetro nos dice que estamos suspendiendo sistemáticamente. 

Errores de bulto

Creo que el principal error está en creer que los niños en el tiempo de recreo eligen libremente y que esto es algo ajeno a nuestra tarea docente. Las acciones que se desarrollan en el recreo, y no hablo solo de dejar apartados a los alumnos con NEE, pensemos en otro tipo de rechazos culturales, sexuales, acosos y burlas, peleas… son una consecuencia de la dejadez o el buen hacer del centro en el trabajo en las emociones, habilidades sociales, participación efectiva y coeducación. Un trabajo horizontal que debe recogerse en sus proyectos, y no solo como un mero trámite burocrático, sino como un trabajo sistemático diario. 
Por otra parte, el tiempo de recreo es tiempo lectivo y debe ser planificado y trabajado como tal por los docentes. Como me apuntaba Cristina Alcaide, de la Fundación Ana Valdivia:
 «desde la fundación, una de las primeras cosas que recordamos es que la media hora del patio es hora LECTIVA y que por tanto es obligación de TODOS los maestros continuar educando«.
Pero creo que el segundo error del bulto es pensar que los docentes tienen que hacer este esfuerzo extra en el tiempo de recreo. El esfuerzo debe venir justamente en los tiempos que no son de recreo. No debemos «obligar» a los niños a jugar con determinados niños elegidos a dedo; por supuesto que no, porque esto no haría más que ampliar el estigma de estos niños. Precisamente por ello el trabajo debe hacerse a nivel de centro, para todos los alumnos del mismo por igual, propiciando herramientas que hagan que los juegos sean accesibles, que se conozcan las barreras que se pueden poner en los juegos de recreo, que la empatía y la aceptación sea la norma. 

Fundaciones como Ana Valdivia trabajan y proponen este tipo de medidas a través de proyectos como «Patios Inclusivos». En palabras de Cristina, esto lo hacen «con la idea de contribuir al proceso de inclusión en colegios de integración preferente de motóricos (en la fundación trabajamos con afectados por parálisis cerebral). Hemos trabajado con muy poquitos centros escolares y lo que nos hemos ido encontrando nos ha hecho parar y poner el proyecto a reposar pues no coincidían nuestras pretensiones con las necesidades de los maestros. 

Nosotros buscamos un cambio ideológico, un nuevo paradigma, una nueva visión que comprometa a todo el centro. Como dice el nombre del proyecto, partimos de una intervención durante el tiempo de recreo pero estamos convencidos que no puede quedarse sólo ahí, en 30 minutos al día. Además, no buscamos que esa intervención se perpetúe en el tiempo si no que facilite la interacción social entre todos los alumnos que, idealmente, llegaría a establecerse de forma natural, como entre cualquier ser humano.»


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Patios inclusivos

En mi experiencia con el trabajo con niños ciegos, es éste uno de los grandes problemas que nos encontramos en nuestra atención a estos niños. Llevamos años intentando implantar en los centros actuaciones para que en los recreos los alumnos con NEE no se queden siempre de la mano de monitores o personal de Atención a la Diversidad del centro. También trabajamos para que no se generen actividades segregadoras diseñadas solo para estos alumnos. 
El fracaso se genera por varias razones:
  1. No es una medida instaurada en el Proyecto Educativo del Centro y fomentada por el Equipo Directivo. Mientras no haya una auténtica voluntad en el centro de establecer estos Patios Inclusivos no podremos convertir esta pretensión en actividades planificadas.
  2. No hay un impulso real desde la Administración Educativa. Si las Delegaciones Provinciales impulsaran en los centros Proyectos para Patios Inclusivos, con guías, recursos, cursos y formación; los centros entenderían que es una cuestión trascendental a trabajar con sus alumnos.
  3. No existe cultura en la Comunidad Educativa que denuncie, sensibilice y trabaje por la empatía y la participación. A menudo, este tipo de reacciones de los alumnos en los recreos se ven y justifican como «cosas de niños». Las propias familias alientan a profesores y alumnos para que los alumnos con dificultades no sean una «carga» para sus hijos. 
Para ilustrarnos sobre una buena forma de trabajar la inclusión en los recreos, os dejo con la entrevista que le realicé a Gay Lagar para MesasNEE en la que nos explica el porqué del éxito de su proyecto «Patios Dinámicos«
Seguro que si reflexionamos sobre todas estas cuestiones conseguiremos que los alumnos con NEE no se pierdan más sus recreos.