Una de las formas de exclusión de la sociedad actual que más me indignan, sin ninguna duda, es la de la mujer del Siglo XXI. 
En pleno desarrollo tecnológico asistimos a una situación en la que la condición de género está denostada y maltratada. Nuestra manera de entender que el sexo débil no pueda tener igualdad de derechos en cuestiones básicas como la educación, el sufragio universal, la participación en la vida laboral, el derecho a tomar decisiones de forma independiente o la necesaria autorización paterna para el matrimonio deben desaparecer de una vez y para siempre.
No podemos estar asistiendo a una segregación en nuestros centros educativos, los cuales están ofreciendo una atención diferenciada, separada de los hombres, y de menor calidad simplemente por el hecho de haber nacidos con una condición de género diferente. 
Esta condición de sexo débil está siendo descaradamente pisoteada y maltratada, y estamos consintiendo que desde la escuela solo se ofrezcan contenidos curriculares vinculados con las tareas del hogar y de otras pocas que, tradicionalmente, siempre se han asociado de manera inequívoca a la mujer -cuidado de niños, costura, cocina-, dando por hecho que solo podrán acceder a este tipo de aprendizajes y, reservando para los «válidos» unos contenidos de orden superior que les permitirán acceder al mercado laboral, desarrollar competencias personales y profesionales que le engrandecerán como personas y como miembros activos y de pleno derecho de la sociedad.
En estudios recientes realizados en EE.UU. por neurocientíficos, se ha demostrado que las neuronas de la mujer pueden aprender de la misma manera que las del hombre. Parece evidente que la participación en escuelas inclusivas, donde todos y todas aprenden juntos, favorece el desarrollo neurológico y potencia y activa determinadas partes del cerebro de la mujer. Esta activación de la actividad cerebral genera nuevas células que aportan nuevos modelos de aprendizaje y crecimiento. Por tanto, podemos concluir que el cerebro de la mujer funcionaría al mismo ritmo que el del hombre si se diesen unas condiciones óptimas de aprendizaje: el trabajo cooperativo, el aprendizaje por imitación -células espejo-, la participación activa, la adaptación a la diversidad del aula…
Desde aquí queremos pedir que se propongan fórmulas reales para la presencia, progreso y participación de las niñas en nuestros centros, trabajando lo mismo que los niños y dotándolas de todas las herramientas necesarias para su aprendizaje. No podemos continuar atendiéndolas en aulas o centros diferenciados, con contenidos del siglo pasado y no creyendo en sus posibilidades de aprendizaje y de autonomía personal. 
Antes que niñas son personas que necesitan establecer un proyecto de vida, formar parte de una sociedad en términos equitativos y contribuir al avance de la misma.
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  • ¿Crees que esto no ocurrió en un pasado no muy lejano?
  • ¿Crees que no se luchó porque ese modelo segregador cambiase?
  • ¿Crees que no llamaron «locos» y tacharon de «utopía» a los que creyeron en la participación de la mujer en la sociedad?
  • ¿No parece un absurdo, visto desde el futuro, que la mujer fuese tachada como «subnormal» por los hombres de la época?
  • ¿Crees que la mujer no ha realizado sus proyectos de vida y participado en la sociedad igual o mejor que el hombre?

Si crees que la forma en la que entonces trataba la sociedad a la mujer era algo ilógico, cambia la palabra «mujer» por la de «persona con diversidad funcional».
En un futuro, nos parecerá un absurdo lo que hoy hacemos con ellos.