Hoy tenemos la suerte de volver a contar con otro estupendo artículo de Paulina y Silvana relacionado con los alumnos con AACC. 

Silvana y Paulina son dos mujeres que no cejan en su empeño de hacer una escuela inclusiva y abierta para todos. Ellas han creado un portal excepcional llamado La Rebelión del Talento donde explican lo siguiente:
Hoy hemos dicho ¡BASTA! y hemos decidido abrir una ventana al mundo para que todos los que os sintáis igual, luchéis con nosotras para poner fin a este sometimiento, a este absurdo, a este sufrimiento y a la estupidez de negar la individualidad. 
Llevamos años luchando para que nuestros hijos reciban aquello a lo que la ley les da derecho, para, tras supuestamente obtenerlo, darnos cuenta de que no sirve, de que no es suficiente, de que no vale.

Os dejo un post que no os dejará indiferentes, que expresa toda la rabia contenida de una situación de injusticia, de una situación que tiene grandes titulares pero que nadie ve. Una llamada a la cordura y a la participación de todos. No os lo perdáis…

“SER O NO SER DE ALTA CAPACIDAD”

Mi padre fue jugador de fútbol (Internacional con su selección) y después entrenador (mejor coacher, es un término más realista). Así pude desde pequeña “vivir” este deporte y su filosofía de trabajo. 
Coincidencias de la vida, el pasado día 28 de enero tuve la oportunidad de conocer a Steven Pfeiffer, uno de los máximos exponentes en la investigación internacional sobre las altas capacidades y cómo atender las necesidades de este alumnado. El me contó, y lo hace en casi todos sus artículos, libros y conferencias, cómo desde su experiencia como padre de una futbolista de élite (su hija ha sido miembro del equipo olímpico de soccer en EE.UU y él ha prestado servicio como psicólogo a los jugadores de este equipo) ha podido observar el trabajo de los coacher para convertir el potencial en talento. El talento, en éxito. 
Desde la óptica del deporte, -Pfeiffer a menudo utiliza este símil-, el concepto se entiende perfectamente: Un niño no nace siendo un crack del deporte. El niño tiene unas aptitudes elevadas en determinadas áreas (saque, chute, parada, velocidad, flexibilidad, visión estratégica del juego, pase …) que le hacen destacar sobre el resto (de su grupo de referencia), de forma que, si recibe el adecuado entrenamiento, estímulo, trabaja su determinación personal (esfuerzo y actitud), y si se le deja avanzar (en deporte diríamos que va compitiendo en categorías cada vez más exigentes), podrá, de adulto, destacar en dicho deporte a nivel profesional. En caso contrario, ese mismo niño, con esas mismas habilidades, pero sin ese entrenamiento, sin ese estímulo, al que no se le ha preparado para que se exija más, y al que no se le ha permitido avanzar de “categoría”, de mayor es probable que juegue los domingos alguna pachanga con sus amigos, de fútbol, baloncesto o pádel, pero poco más.

Un potencial desaprovechado. Un talento desperdiciado
Además, cualquier entrenador lo puede corroborar, cuando recibe a los chavales en su equipo, ya sabe que no van a ser perfectos en todo. Unos son muy veloces, otros tienen un chute o un saque muy potente, otros una visión estratégica que les permite colocarse mejor en el terreno de juego, o un buen salto, o juego aéreo. Los entrenadores raras veces encuentran al jugador perfecto, que destaque de forma excelente en cualquier posición del equipo, o en todas las habilidades que un deporte requiere.
Algunos incluso presentan disincronías, maravillan con su juego, pero su cuerpo aún no esta suficientemente desarrollado (¿recordamos que Messi llegó a España porque tuvo que ser sometido a un tratamiento especial dado que sus piernas eran demasiado cortas?), o su madurez personal no estaría a la altura de la edad de los niños que correspondería a su nivel de juego. 
Pero ningún entrenador desperdicia el potencial con la excusa de que el niño no es perfecto en todo, incluso en desarrollo físico o madurez. Un entrenador se fija en aquello en lo que el niño destaca, y lo potencia. Y aprende y estudia las debilidades de ese niño, y las trabaja, las desarrolla, las minimiza. 
Un entrenador se fija en aquello en lo que el niño destaca, y lo potencia
Para desarrollar ese talento, para alcanzar sus metas, ese deportista además, recibe también apoyo psicológico. No sólo trabaja su rendimiento físico, también fortalece su personalidad, o su corazón, como lo denomina Steven Pfeiffer. Porque su capacidad de sacrificio personal, su determinación, su capacidad para superar las derrotas, para seguir adelante, para trabajar en equipo, para desenvolverse en los ambientes en los que tendrá que manejarse, para fijar sus propias metas y perseguirlas, para diferir la victoria, para persistir, serán tanto o más determinantes que su potencial, a la hora de predecir cuán lejos podrá llegar ese niño. 

Vayamos a la escuela

El maestro, el “coacher” o “entrenador educativo”, no conoce las habilidades de sus alumnos, su capacidad, su talento. Difícilmente puede pues potenciarlas. Si el niño destaca en algún área, no se le permite avanzar con la excusa de que falla en alguna otra cosa, quizá la motricidad fina, quizá la madurez personal, la forma en que se interrelaciona, el lenguaje, o simplemente, el tamaño, pero tampoco se trabajan esas áreas de forma específica para conseguir un desarrollo armónico. La legislación lo deja claro, “la aceleración es una medida excepcional que se aplicará sólo en aquellos casos en los que el niño muestre un rendimiento excelente global y constante”. La legislación busca un jugador completo y sobresaliente en todas las áreas que implica su deporte. Busca algo que existe en tan pocos casos, que no extrañan las cifras que arroja el Ministerio de Educación: apenas un 0,20% del alumnado esta identificado como alumnado de alta capacidad. Algunas regiones de España como Cataluña, Aragón, Valencia, Ceuta, Melilla o Castilla-La Mancha están en niveles de entre 0,02 y 0,06%. Es decir, este alumnado prácticamente no existe. Si no existe, lógicamente, no se le atiende. Limitan el acceso a la aceleración para ciento de niños que sacarían buen provecho de ella y, a cambio, no se aportan medidas alternativas eficaces. 
El resto de medidas que propone la legislación –ampliación de tareas una vez haya acabado los trabajos ordinarios-, no son, en modo alguno inclusivas. No son útiles para el desarrollo del potencial del menor. 
En muy pocas ocasiones le permite profundizar en sus áreas de interés, y menos aún hacerlo en el marco de un aula inclusiva, compartiendo experiencias con sus compañeros, enriqueciéndose de su interrelación o poniendo a prueba sus habilidades
Son medidas que le aíslan del grupo, le aburren, le cargan de trabajo adicional que no desea y en muchas ocasiones, provocan que prefieran ocultarse para no ser merecedores de este “premio”.
¿Imaginas como adulto que el premio a tu buen trabajo, a tu gestión más eficaz y rápida, fuera que tuvieras que hacer más trabajo, más de lo mismo? No estarías muy motivado por que se supiera de tu capacidad ¿no? 
Ellos, por ser pequeños, no dejan de darse cuenta de que lo que llamamos “adaptación curricular”, es tan motivador como un día de trabajos forzados. Así toca trabajar para que la escuela y la administración se re-planteen las propuestas de atención a los niños de alta capacidad. Y que estas propuestas surjan de un verdadero conocimiento de lo que significan las altas capacidades y de cuáles son sus necesidades en el aula. 
¿Y qué es lo que necesitan? Luchar para que se entienda lo que significa tener altas capacidades siempre significa enfrentarse a la acusación de que, de algún modo, estamos exigiendo algo exclusivo o elitista, queriéndonos distinguir de aquellos que «no las tienen». Sin embargo, las familias no somos las responsables de los términos que comúnmente se usan. No pedimos las clasificaciones ni los etiquetados, no diseñamos los procedimientos de identificación, evaluación y atención, no exigimos que exista una evaluación que nos organice en base a una cifra que define “quién es y quién no es”. Precisamente porque no estamos conformes, porque vemos que no son adecuados para nuestros hijos, porque entendemos que en lugar de atenderlos, estas medidas les hacen sentir que su «diferencia» es «rara», es por lo que estamos luchando. 
Tener altas capacidades es algo más que una clasificación
Y no hay un modelo único. Son perfiles tan diferentes, como lo es cada niño en su singularidad. Por eso, atenderlas no es cuestión de aplicar un procedimiento normalizado ni medidas estándar para todos, que deben ser cumplimentadas en determinados plazos. Su atención no pasa por separarlos del grupo unas horas al día para darles un «enriquecimiento» mientras se aburren el resto del tiempo sintiendo que esa escuela no va con ellos. Su atención pasa por una escuela inclusiva, que respete sus ritmos e intereses, una escuela para la excelencia, para que todos los niños en su singularidad puedan desarrollar al máximo su potencial. Cualquiera que éste fuera. Y esa escuela, es la que queremos para todos los niños. Todos viajamos incómodos en este autobús.
Cuando hablamos del talento comúnmente, nos referimos a cualquier habilidad. La pasión por lo que nos gusta, nos convierte en talentosos. Encontrar nuestro «elemento» y nuestra «tribu», como diría Ken Robinson, en su libro «El elemento». En este sentido, “todos los niños tienen talento”. Pero cuando hablamos de talento, desde el punto de vista científico y cognitivo, se habla de un potencial desarrollado, la capacidad de hacer algo mejor que los demás. Reconocer que los niños tienen distintas capacidades en distintas áreas y que esta capacidad necesita estímulo y desarrollo, -tal como se hace en el deporte o la música-, es el primer paso para incorporar un modelo de escuela que dé respuesta efectiva a estas diferencias. 

La escuela actual en España atiende únicamente al talento académico

La escuela valora sólo a aquellos niños de alto nivel de memoria y modo de aprendizaje auditivosecuencial. En este sentido la discriminación que hace la escuela no se basa en tener o no altas capacidades, sino en tener o no un estilo de aprendizaje o un talento/habilidad particular. Y en ese saco discriminatorio entramos todos. Y por eso cambiar la educación es un objetivo común de todos, también de los niños de altas capacidades. Porque el problema va más allá de tener un mejor o peor expediente académico. El problema es cómo afecta tu rol en la escuela a la autoestima personal de cada niño y a su desarrollo posterior como adulto. A su autorealización. 
Si luchamos por un cambio educativo desde la óptica de las altas capacidades, no es con un ánimo elitista o diferenciador. Sino porque a este colectivo el fracaso escolar, la inadaptación en la escuela, les afecta más que al resto del alumnado. Si lo hacemos, es porque la sociedad y la administración sí entienden que deben invertir medios para apoyar a aquellos que presentan otras necesidades educativas, pero creen que los niños de altas capacidades «no necesitan apoyo porque son muy listos», y esta premisa esta muy alejada de la realidad. 
En este artículo http://www.thecult.es/educacion/talentos.html se habla de muchos niños que pasaron por la escuela sin ser valorados. Niños que, nos cuenta el artículo, no acabaron con grandes cátedras, pero si lograron realizarse con profesiones más humildes que a ellos les llena y hace felices. Al leerlo, todos sentimos rabia por esta escuela que hizo sentir a los protagonistas que no valían para nada. Sin embargo, esta es la historia que los niños con alta capacidad viven a diario, pero nadie siente rabia cuando no alcanzan a desplegar todo su potencial, porque la escuela les frena y reprime sus necesidades de desarrollo. Pocos ven la injusticia de ese talento que se quedó a medio camino, ahogado por una escuela que no le supo potenciar. 
Sí, todos vamos en un autobús incómodo, de asientos rígidos y estrechos. Todos viajaríamos más cómodos y relajados si pudiéramos contar con amplios asientos reclinables. Pero es evidente que aquellos que son muy altos tendrán un viaje mucho más difícil de soportar, que aquellos que, por su tamaño, pueden de algún modo adaptarse y logran incluso echar alguna cabezadita. 
No busques recetas, cambia la forma de cocinar