En todo este proceso de llevar la inclusión a las aulas, una de las herramientas más poderosas con las que contamos para realizar los oportunos ajustes curriculares hace referencia a la didáctica, aunque no siempre sea de la que más se hable.
El gran poder que ha alcanzado el libro de texto en nuestro sistema educativo ha ido desprestigiando paulatinamente a las Programaciones Didácticas. La comodidad del docente al encontrárselo todo hecho, la colaboración de las directivas con las editoriales, la permisividad de la Inspección al no solicitar auténticas programaciones de aula, la complicidad de la Administración al legislar incluso en favor del todopoderoso libro de texto, y la presión de las familias para poder comparar currículos, han hecho que las Programaciones Didácticas queden relegadas a un mero trámite anecdótico que los profesores han de hacer. Incluso corre la leyenda de que existen Programaciones Didácticas que se copian y pegan año tras año desde tiempos de la LODE.
Con todo esto, los docentes han ido cediendo a las editoriales aquella posibilidad de realizar la concreción curricular en la que el maestro ajustaba el currículo a la realidad de su aula, a las características de sus alumnos y las posibilidades reales del propio docente.
Este primer ajuste curricular suponía un importante paso para que los alumnos con mayores dificultades encontrasen contenidos o actividades planificadas de antemano para ellos, pero para ellos como seres únicos  y personales. Este ajuste nunca podrá ser suplido por la inclusión de una batería de actividades de refuerzo y/o ampliación sin destinatario conocido previamente.

Repercusiones de la falta de Didáctica en los procesos de Adaptación Curricular

Como es de suponer, el hecho de que una gran mayoría de docentes se rija por lo dispuesto en un libro de texto lleva implícito el que no dispongan de una Programación de Aula seria y contextualizada. Al no tener esta necesidad, la programación docente como herramienta desaparece dada su ineficiente utilidad frente a los programas predefinidos en los libros de texto.
El gran problema surge cuando nos encontramos en el aula con un alumno para el que no sirven estas programaciones diseñadas por niveles de competencia cerrados e inflexibles. El docente de turno, al no haber planificado sus unidades didácticas teniendo presentes las dificultades que encontrarán sus alumnos, no dispone de elementos para adaptarlas a ellos -más allá que las citadas actividades de refuerzo o ampliación-. Se encuentra en una situación que no le es agradable ya que deja al descubierto su «copia-pega» programático cuando otro docente de PT o AL le pide la Programación para adaptarla la chiquillo.
El recurso al que suelen acudir la mayoría de maestros y profesores en estos casos es al libro de texto de cursos anteriores. Sin imaginación, con la pesada carga del confort docente y huérfanos de didáctica, el proceso de adaptación curricular para alumnos con NEE o NEAE del que tanto se ha hablado, escrito y legislado se ha convertido en la gran estrategia didáctica de seguir el libro del curso o del ciclo anterior… si me apuráis también los he visto de la etapa anterior. La paradoja surge al darnos cuenta que ese libro ya lo habían trabajado entonces y no parece que fuese para bien.
El proceso de adaptación curricular se ha convertido en
la gran estrategia de seguir libros de texto de cursos anteriores
Y no nos engañemos, este proceso ha ido sentando precedentes y generando costumbres, hasta tal punto que hemos llegado a considerar la adaptación curricular como un proceso de eliminación de los objetivos y contenidos del curso del alumno para posteriormente incluir los objetivos y contenidos del curso anterior.
Esto ha generado el primer modelo de adaptación curricular, el que he denominado Modelo de Cambio de Nivel

1. La adaptación curricular como «Cambio de Nivel«

El primer modelo que presento es el que a mi juicio, más exclusión ofrece al alumnado con NEAE y, por tanto, menos posibilidades para la participación en las dinámicas del aula.
Este nivel se basa en la realización de una prueba de nivel al alumno en cuestión para determinar, con pocos criterios pedagógicos, en qué curso se encuentra el nivel de conocimientos del alumno, siempre basándonos en unos criterios que se centran en unos cuantos contenidos nucleares de las áreas instrumentales. Y sobre esta base se sentencia: Fulano de tal tiene un nivel de competencia curricular de 2º de E. Primaria. Esto quiere decir que Fulano sabe sumar y restar, probablemente con dificultad, y aunque lee comete errores en la lectura.
En estos casos, al elaborar la Adaptación Curricular se procede de la siguiente forma: eliminamos los criterios de evaluación y sus respectivos estándares o indicadores; copiamos los criterios de evaluación y sus respectivos estándares del curso en el que se ha determinado que tiene su nivel. Adaptación terminada.
En este ejemplo de la imagen, el alumno trabaja con criterios y contenidos que aunque pueden resultar similares, no lo son en esencia y propician una propuesta de trabajo diferente a la de las que realiza el grupo-clase.
Desde mi punto de vista, resulta el modelo más excluyente, ya que partimos de programaciones de aula diferentes.

2. La Adaptación curricular como «Modelo de Recortes»

Un paso superior en el nivel de participación del alumnado vendría dado por aquellas adaptaciones que parten siempre desde la propia Programación de Aula. Esto va a permitir que el alumno pueda realizar bastantes de las actividades que trabajan sus propios compañeros. Aún así, vuelve a ser un modelo exclusivo porque la adaptación se produce recortando – eliminando ciertos contenidos e incluyendo algunos de cursos anteriores, hasta alcanzar el nivel adecuado del alumno con NEAE. Desde esta perspectiva, simplifica a mínimos las opciones de participar en clase y no ofrece al alumno la posibilidad de «conocer» esos contenidos desde sus propias posibilidades.

3. La adaptación curricular como «Eliminación de Barreras«

Seguimos avanzando en las premisas de la inclusión y nos encontramos con una suma de elementos a ajustar donde el foco ya no se pone tanto en el nivel curricular sino en el ajuste para sortear las barreras que puede encontrar en el aprendizaje de esos contenidos. Este modelo de programar supone y exige el conocimiento del alumno con NEAE, sus limitaciones, pero sobre todo sus potencialidades para poder determinar los niveles de ajuste curricular.
Al no centrarse tanto en el modelo de nivel curricular y dejar abierta la participación en la mayoría de contenidos propuestos para la unidad, el alumno, con las ayudas oportunas, podrá trabajar junto a sus compañeros. Esta modalidad puede complementarse con la anterior, la del Modelo de Recortes, y tendríamos una doble adaptación curricular: una a nivel de competencia curricular y otra adaptación centrada en las características personales del alumno.

4. La adaptación sin adaptación. «El Modelo de Ajuste Curricular«

Centrado en la Enseñanza Multinivel y tomando como base la Taxonomía Revisada de Bloom, el proceso de adaptación curricular con una plena inclusión de todo el alumnado es aquel que precisamente evita la adaptación del currículo y propone el enriquecimiento del mismo, ofreciendo multitud de niveles de realización y de adquisición de un mismo conocimiento para que todos los alumnos puedan participar de las mismas enseñanzas.
Supondría mantener los mismos criterios de evaluación diversificando las formas de acceder a los contenidos mediante la presentación de una multitud de actividades que irían desde las habilidades de pensamiento más elementales (recuerdo o comprensión) a las más complejas (creación y evaluación).
En el post llamado «Estrategias inclusivas en el aula: ¿cómo enriquecer las actividades?» analizo en profundidad esta forma de programar siguiendo los criterios del Diseño Universal de Aprendizaje. De esta entrada os dejo esta presentación que puede ser muy ilustrativa.

 

A modo de conclusión

Por todo ello estoy a favor de metodologías activas como el ABP, el Diseño de Tareas, la Gamificación y la Enseñanza Multinivel. Todas ellas tienen un aspecto en común: destierran el libro de texto y recuperan la Programación de Aula.
Ayudan en el ajuste de la respuesta educativa a todos los alumnos y fomentan situaciones de interdependencia y ayuda mutua. Posibilitan la incorporación de multitud de actividades ajustadas por niveles, y de ejercicios trabajando diferentes habilidades. Hacen posible el desempeño de roles ajustados a las capacidades potenciales de cada alumno y se les evalúa con diferentes niveles de desempeño.
Dejemos que el libro de texto solo sea una ayuda al proceso de enseñanza-aprendizaje. Dejemos que la Didáctica cumpla su función pedagógica y ofrezca multitud de posibilidades de adaptación o de ajuste curricular.


Cualquiera de las tres últimas modalidades puedes elegirla porque en cualquiera de las tres serás tú, como docente, quien elabores tu propia Programación y decidas lo que ocurre en TU aula con TUS alumnos.