Cuando en 1978 Mary Warnock acuña el término «Necesidades Educativas Especiales» se produce un gran avance en la Educación Especial, ya que esta denominación lleva implícita la necesidad de que los alumnos con discapacidad u otro tipo de problemas o dificultades dejasen de trabajar de manera paralela a como lo hacían los demás alumnos, e instaba a que se tomasen medidas en los centros para atender a esas dificultades de aprendizaje de estos niños y niñas.

Imagen de Pixabay con Licencia CCO

No obstante, aunque este modelo dio un paso de gigante en el abandono del etiquetaje y la clasificación según discapacidad, nunca dejó de poner el foco de atención en las necesidades que presentaba el niño para que éstas fuesen subsanadas con ayudas y apoyos adicionales que llevasen al alumno en cuestión a «desvencijarse» para intentar recomponerse y «parecer» uno más de los alumnos del sistema.

Es lo que en la legislación educativa actual se conoce como Principio de la «Normalización»

Por tanto, lo que aprendimos de aquel «Informe Warnock» es que las necesidades educativas especiales vienen adheridas al alumno, y el centro debe estar alerta para descubrirlas mediante evaluaciones, pruebas, test, etc. que pongan de manifiesto los problemas que presenta cada uno de estos alumnos.
En definitiva el «gran avance» había sido no delimitar a un alumno como alumno con X, sino alumno con NEE, para englobar en esta denominación a un número determinado de niños que presentaban problemas para el aprendizaje y la participación.

La Respuesta Educativa

Y derivado de esto surge la expresión «respuesta educativa» que el centro debe dar a las necesidades que demanda el alumno con NEE. Según esto, el centro debe conocer las NEE de sus alumnos y poner toda su maquinaria en marcha para responder a las mismas. Esto podría haber sido bien o mal interpretado, sin embargo y como cabía esperar fue mal interpretado. Y fue mal interpretado porque no se ha llegado a separar los términos Necesidad y Problema de una forma clara y explícita.

PROBLEMA ≠ NECESIDAD

Generalmente cuando preguntamos por las necesidades que presenta un alumno la respuesta suele ir en la línea de «problemas de memoria, pobre vocabulario, escasos recursos comunicativos…».

¿Realmente es esto lo que necesita el niño? 
¿Necesita el niño tener escasos recursos comunicativos?

Imagen de Pixabay con Licencia CCO
¿A que va a ser más bien que el niño necesita comunicarse de forma adecuada con su entorno?

Cuando los informes de Evaluación Psicopedagógica, los Censos de Alumnos con NEE o las diferentes Aulas o Equipos Especializados se refieren a los alumnos lo hacen atendiendo a que se trata de alumnos con NEE asociadas al problema tal. Este problema se analiza, estudia, se clasifica, se gradúa, se tipifica y se , con lo cual se desvirtúa el término NEE y se convierte más en una expresión «políticamente correcta» para designar a un cierto tipo de alumnos, que a una forma de trabajar en el centro para aumentar la participación y reducir las NEE de sus alumnos.

Pero no se está conforme con esta expresión de NEE para delimitar lo que un alumno necesita (déficit centrado en el alumno) sino que se amplían los calificativos para poder ofrecer unas respuestas más automáticas, burocráticas y diferenciadas a los diferentes niños con problemas en su aprendizaje. Por esta razón surge el término NEAE, para no mezclar chivos con cabras.
Ya con esta aclaración clasificatoria realizada podemos tener claro si las adaptaciones que se le tienen que hacer al niño son de un tipo u otro, si las ayuda que requieren son adecuadas a su condición o no y si los apoyos los hacemos en tal o cual lugar.

Mi opinión es que la denominación NEE debería haber nacido desprovista de la última E, que indica especial, ya que esta denominación según la RAE se refiere a algo que «se diferencia de lo común o particular«. Esta denominación de especial nos lleva directamente a la idea de especialista, especialidad. Y un especialista es el que atiende a las personas especiales. Y un niño especial es el que está alejado de lo común y de lo ordinario. Y desde luego está en dirección completamente opuesta a la idea de inclusión.

Tener presente las necesidades de todos y cada uno de los alumnos es absolutamente necesario para alcanzar una escuela para todos. Puede que algunos alumnos tengan unas necesidades menos frecuentes que otros pero deben tenerlas a título individual.

El cambio de paradigma

Pero detrás de toda esta argumentación que vengo realizando hay un componente entre líneas que subyace a todos los demás: ¿viene la necesidad adherida al niño con problemas? ¿nos hemos preguntado alguna vez dónde nace esa necesidad del alumno? ¿o debería decir «necesidad mutua»?

Imagen de Pixabay con Licencia CCO

Lo que quiero decir es que las necesidades que les atribuimos al alumno en realidad son necesidades nacidas de una situación de conexión entre alumno y sociedad. Si un alumno necesita conocer y trabajar con la lectoescritura, entiendo que es porque en el centro se le están planteando situaciones reiteradas en las que es necesario usar esta forma de expresión. Si un alumno necesita adquirir y usar un sistema de comunicación es porque en el centro se le están planteando situaciones comunicativas continuas. Y como el centro es un reflejo de la sociedad, todas esas necesidades que situamos en el alumno no son más que demandas del entorno para interaccionar.

Esto debería llevarnos a pensar que la necesidad no solo la tiene el alumno, sino también el contexto. Si el contexto pretende que todos sus componentes se comuniquen entre sí, el contexto debería otorgar diferentes formas de expresión para que cada uno de estos miembros pueda encontrar y acomodarse con la que puede realizar. Quizás, visto de esta manera, la necesidad es mutua: el individuo necesita comunicarse y el contexto necesita que el individuo se comunique. Se trata de una necesidad mutua.

Sin embargo el modelo de NEE coloca la necesidad en el alumno y pone todos los medios en que el alumno se ajuste al modelo único que se propone, sin darse cuenta que el modelo que propone es precisamente el que deja fuera a ese alumno. Modelos únicos de lectura, modelos únicos de expresión, modelos únicos de evaluación, modelos únicos de motivación.

Las Barreras al Aprendizaje y la Participación

Booth y Ainscow proponen un cambio de paradigma en el mismo sentido que hoy lo estoy haciendo yo. En su Index For Inclusion (2000) nos hacen una propuesta muy significativa:

En el Index, el concepto de “Necesidades Educativas Especiales” es sustituido por el
término “barreras para el aprendizaje y la participación”. Consecuentemente, la inclusión
implica identificar y minimizar las barreras para el aprendizaje y la participación y
maximizar los recursos que apoyen ambos procesos. Las barreras, al igual que los
recursos para reducirlas, se pueden encontrar en todos los aspectos y estructuras del
sistema: dentro de los centros educativos, en la comunidad, en las políticas locales y
nacionales. Las barreras pueden impedir el acceso al centro educativo o limitar la
participación dentro de él. 

Desde esta perspectiva propuesta en el Index, la principal misión del centro educativo es descubrir las propias barreras que está poniendo a las diferentes formas de participar de todo su alumnado. Si el centro ofrece una amplia gama de formas de expresión, comunicación, acción y motivación (Diseño Universal de Aprendizaje) abrirá un abanico de posibilidades que reducirá notablemente las necesidades de todos sus alumnos, y muy posiblemente no hablaremos de necesidades «especiales» sino de Barreras no resueltas.

Créditos: Guía para la Evaluación y mejora de la Educación Inclusiva. Universidad Autónoma de Madrid