Por ahora callaré mi NOMBRE. Historia para los que no ven personas
Hoy os quiero traer una historia basada en hechos reales. Hemos decidido preservar la identidad de los protagonistas porque la felicidad de una niña está por encima de cualquier denuncia o reivindicación. También hemos decidido ocultar la identidad de los mayores porque, sin saberlo, son víctimas inconscientes de un sistema opresor y segregador que adoctrina hasta el punto de hacerles autómatas de una lección aprehendida, con «h», que les lleva a justificar la deshumanización de la persona.
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En algún lugar de la Comunidad de Madrid. (En la actualidad)
Yo:
Cuando pierdes a una hermana y lo presencias delante de tus ojos, la vida cambia. Cambia mucho.
No sé por qué tengo este problema pero parece que aquello lo empeoró, aunque muy probablemente nací con él. No quiero contarte una historia triste, ni que te llegue al alma, pero sí quiero contarte una historia de luchas, de desaires y frustraciones, de búsqueda para encontrar mi sitio. Búsqueda que nunca llega. No soy diferente, no soy una etiqueta. Tengo nombre propio y los que me conocen me llaman por él. Los que no me conocen pero afirman conocerme me llaman la chica del TDAH combinado con retraso madurativo y no sé que más cosas intelectuales. Por ahora callaré mi nombre. Esta historia va dirigida a aquellos que no conocen mi nombre, sino mi etiqueta.
Tengo nombre propio y los que me conocen me llaman por él
Si la vida de una estudiante en plena adolescencia ya es extremadamente difícil en un instituto de educación secundaria, imagínate si encima tienes etiquetas. En el cole todo era diferente. El profesorado me apoyaba y me ayudaba. Mis constantes esfuerzos por aprender, en un mundo que no está diseñado para mi, iban dando sus frutos, podía aprobar, podía pasar de curso con mis amigos. Y fue allí donde me despedí de lo que hasta ahora ha sido, con toda seguridad, el único lugar seguro para mí.
La llegada al instituto fue muy muy difícil. La niña de la etiqueta no era bienvenida. Así le dieron la bienvenida a mis padres:
«Su hija tenía que haber repetido en primaria, dad gracias de que está aquí, ya que es una niña retrasada y debería estar en un centro especial para estos niños. Haremos lo que se pueda pero pensad que va a repetir».
Esta reunión se celebra en diciembre, y ya me conocían lo suficiente como para saber qué era lo mejor para mí. Aunque yo siempre supe que aquello no era lo mejor para mí, sino para ellos.
Así llevo casi toda mi vida, desde que aquello ocurrió. Mamá siempre me apoya aunque ella ahora está pasando por una temible enfermedad que se llama tumor. No sé por qué creo que su tumor se lo provocan las personas que decidieron no llamarme por ni nombre.
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Papá quedó muy afectado con aquella reacción de este centro, así que yo decidí esforzarme en todo aquello que me pidieron. Quería demostrarles al centro y a mi familia que las etiquetas están para las cajas de zapatos, no para las personas. Y así, aquel año, pese a estar en un centro donde no me querían, pese a trabajar con las adaptaciones que a cada uno se le iba antojando, logré aprobar todas las asignaturas. Era mi gran lección de vida a aquellos que sabían lo que era mejor para mí.
Pero el triunfo es efímero, y más si eres una chica TDAH modelo combinado más los otros nombres que ya os conté. Todo mi esfuerzo no fue valorado y me suspendieron con tres asignaturas. Las suficientes, dijeron, para no poder pasar de curso. ¿Os podéis imaginar mi frustración?
Yo no imaginé la frustración de mis padres, la viví. Vi cómo solicitaron a mi centro todos los exámenes, todos los que yo había aprobado para él, para ella, para mis padres.
Indignado trasladó el problema a la DAT de la zona (que no sé lo que es) y éstos dicen, así sin más, que yo no había llegado a las competencias mínimas y que si mi instituto decide que repita, es con buen criterio.
Creo que ese fue el momento en que mis padres descubrieron que la administración no iba a ayudarme, sino que estaba del lado del centro y todo lo arreglan en sus despachos a puerta cerrada. Fue un día muy triste, con lo que ya teníamos en casa.
Por cuestiones de pura supervivencia, nos fuimos de ese centro al curso siguiente. No podía seguir allí donde no me querían, donde no era nadie, solo un papel, solo un diagnóstico, solo un problema. Al irme se les fue el problema. Espero que estén descansando, aunque les quedará poco tiempo. Pronto vendrá otra niña sin nombre a la que no querrán y otra vez tendrán el problema. Quizás algún día descubran que humillar y excluir no es el camino.
No podía seguir allí donde no me querían, donde no era nadie
En el nuevo centro todo cambió, aunque tuve que repetir curso pese a mi frustración. Ahora era la nueva y aquello me provocaba un doble sentimiento: por un lado el miedo a volver a empezar, y por otro la ilusión de encontrar un sitio donde me hablen por mi nombre, mi sitio.
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Aquí me trataron muy bien. Me volvieron a hacer adaptaciones en todas las asignaturas menos en inglés. Me ayudaban y me sentía querida. Era la primera vez en mucho tiempo que no quería que llegasen las vacaciones porque lo que quería era ir al colegio.
Pero creo que las personas que saben de diagnósticos siempre creen saber lo que es mejor para mí, y así nos volvíamos a encontrar mi familia y yo, al final de este curso, con un discurso del Departamento de Orientación que nos decía más o menos esto:
«¿Sabéis que estos alumnos no titulan en ESO y que tienen otras salidas muy interesantes? Para que tu hija pueda disfrutar de eso tan bueno e interesante, debe suspender las troncales… (eso tan interesante que nos propone es PEMAR) No os preocupéis porque lo de los suspensos se puede apañar.«
Mis padres no lo tomaron a mal, más bien lo vieron como una ayuda, pero se negaron a aceptarlo.
Creo que mis padres no eran capaces de mirarme a la cara
y decirme que después de todo lo que había trabajado ese año,
tenían que volver a suspenderme.
No querían volver a verme frustrada.
Mis padres:
No podemos ver pisoteados los sueños de nuestra hija. En este momento nos dimos cuenta de que la maquinaria de la administración gestada en los despachos a puerta cerrada, funciona a la perfección y todo va encaminado a que realmente los alumnos de necesidades no lleguen a titular.
Durante 2º y 3º tuvimos que trabajar duro en casa y en el centro, pero ella obtiene resultados negativos en Inglés y Física y Química. El profesor de Inglés nos comunica que no tiene nivel de 3º y que es imposible hacer una ACIS ya que la ley estipula que para hacerla debe haber un desfase curricular de dos años como mínimo. La profesora de FyQ no comprende ni acepta las adaptaciones, ni significativas, ni no significativas.
Llegamos a la segunda evaluación con el inglés suspenso y F y Q, y es cuando empieza la batalla de verdad.
Nos ponemos a investigar y a desgranar la ley conjuntamente con un abogado y un magistrado de justicia, y cuál es mi sorpresa que no es cierto todo lo que me habían vendido hasta ahora,
Yo:
Este curso no estaba siendo fácil para mí, y mucho menos para mis padres. Según llegamos de vacaciones de Semana Santa, tenemos otra reunión con el centro, y en esta ya está mi Jefa de Estudios, la persona responsable de Orientación y mi profe de PT.
Algo les debió dejar claro mis padre a todos ellos porque después de más de una hora de reunión, no tenían ni idea de si debía titular o no.
Nunca habían tenido una sin nombre
en un curso tan alto sin haberla aburrido antes
¿Qué sucede? Muy sencillo, desde los institutos como el mío van lavando el cerebro a las familias de los sin nombres como yo, para que crean que sus hijos solo estamos para cumplir una función muy importante en esta sociedad: trabajar en puestos rutinarios y repetitivos, sin ninguna aspiración, sin ningún objetivo.
Y claro, para esto no es necesario tener ningún título. Eso es lo que le cuenta el Departamento de Orientación a mis padres. Le dice que no pueden dejarme que sea médico con «mi problema». ¿Os imagináis que os pudiese operar? Quizás debieron preguntarme antes si yo quería operar. Quizás debieron preguntarme antes si yo creía que podía llegar a operar.
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Desde este momento siento muchas cosas en mi cabeza. Mis padres no paran de tener conversaciones por teléfono hablando de leyes, derechos y más cosas que yo no comprendo, pero lo que sí comprendo es que están tristes y en algún momento los veo llorar. Desde este momento me doy cuenta de que para ese instituto, en el cual yo tenía nombre, pasé a ser un problema y la única alumna en 4º que necesitaba mayor atención. ¡Menuda faena para el instituto! Volvía a ser una sin nombre, malditas etiquetas.
Mis padres:
Llegados a este punto solicitamos exámenes, boletines de adaptaciones y demás documentación competente a nuestra hija, y nuestras sospechas no eran en vano. Los boletines de adaptación indican que tiene un desfase curricular de dos años, en el mejor de los casos, aunque los objetivos, contenidos y libros que se utilizan son del mismo año que está cursando. Las adaptaciones metodológicas en inglés, aun siendo firmadas por la junta directiva, no se realizan y nuestra hija está siendo evaluada como otro compañero más. En este momento lo ponemos en manos de varias personas conocedoras y curtidas en estos asuntos: sus análisis son demoledores. Se están vulnerando los derechos de vuestra hija, incumpliendo varios artículos de la legislación vigente. Visto esto nos preparamos para lidiar una batalla para impedir que nos ganen.
Yo:
Sé que algo importante está pasando, pero la misión que mis padres me ponen es muy sencilla:
Debes seguir luchando por tu futuro, tu felicidad y tu honor, debes llevar la cabeza bien alta, debes sentirte orgullosa del trabajo que estás haciendo, llegarás a donde tú quieras llegar, no a donde esa gente que te etiqueta quieren que llegues.
¡ESTE ES TU AÑO, HIJA!
La verdad es que muchas veces me pongo triste cuando veo todo lo que tengo que estudiar, pero seguiré luchando y trabajando duro para llegar a donde dicen mis padres: donde yo quiera llegar, no donde esa gente, que me ha hecho tanto daño, quiere que llegue.
El próximo mes de junio os contaré la fiesta que vamos a preparar para celebrar mi titulación de la ESO.
P.D.: Por cierto, mis padres dicen que tendré una pedazo de sorpresa.
Antonio Márquez:
He aquí una historia de lucha interminable en la que la protagonista es la niña. Parece obvio, pero a veces se nos olvida que tratamos con niños y niñas que tienen un corazón lleno de humanidad, esa que tanto escasea en nosotros. Niños y niñas que jamás nos harían eso.
Quizás os habéis imaginado un final feliz, un final en el que esta chica consigue sus sueños. Quizás imaginabais un final fatídico, en el que fuese excluida de manera definitiva del Sistema. Pero la realidad, la absoluta realidad, es que esta historia aún no ha llegado a su final. Que la lucha continúa. Que nunca se acaba. Y este final solo transmite las miles de historias sin fin que están sucediendo con nuestros niños y niñas. Una historia que no tiene ni finales felices, ni finales fatídicos. Una historia de miles de alumnos y alumnas que hasta el fin de sus días se ven obligados a luchar contra un sistema injusto y elitista que corta las alas de personitas con sueños y con proyectos de vida.
- ¿Alguien se cree que si les damos la opción de progresar en sus estudios junto a los suyos estaremos desvirtuando nuestro modelo social?
- ¿Por qué nos sentimos amenazados si personas con dificultades de aprendizaje titulan?
- ¿De verdad pensamos que es injusto?
- ¿Aún no hemos entendido que nuestro sitio nos lo brinda nuestra motivación, nuestro interés, nuestro tesón… y no nuestro título?
Victor Manuel en una de sus canciones decía:
«Aquí cabemos todos…. o no cabe ni Dios»