Durante los días 23 y 29 de junio, he asistido como invitado a las Jornadas Participativas sobre el Plan Estratégico de Innovación Educativa que ha venido desarrollando el Servicio de Innovación Educativa de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía. Os animo a que visitéis su enlace para conocerlo un poco más de cerca.

Estas jornadas han consistido en una serie de debates reflexivos organizados en diferentes sectores de la comunidad educativa: familias, alumnado, inspección, directores, centros del profesorado, universidades y profesorado. En ellas, se han tratado de desengranar las principales causas, problemas y necesidades del actual sistema educativo en relación a la innovación educativa, como punto de partida para desarrollar un Plan Estratégico que cuente con la opinión de sus bases. 

Desde aquí mi enhorabuena por la iniciativa de este servicio de Innovación, y mi agradecimiento profundo por contar conmigo para este importante proceso de reflexión sobre la transformación. Sin duda un planteamiento necesario e ilusionante para todos los sectores implicados. 

No obstante, este sentimiento de ilusión y motivación que he tenido durante mi presencia, oyendo extraordinarias aportaciones, reflexiones, reivindicaciones y propuestas de mis compañeros y compañeras, se ha visto un poco contrastado con un sentimiento de frustración al ser consciente de la poca importancia que le damos al principio de inclusión en un proyecto de transformación profunda del modelo educativo

Todos aquellos que me seguís sabéis que mis aportaciones iban a estar dirigidas a avisar sobre la necesaria unión que debe tener un proceso de innovación educativa con la inclusión que pretendemos que se persiga en las aulas, sin embargo, por momentos pude ponerme en la piel de aquellas aspirantes a Miss Universo cuando lanzaban aquel discurso estéril y vacío que pedía la paz en el mundo. El mensaje de no dejar a nadie fuera sentía que era aceptado como una verdad absoluta con la que todos coincidían y con la que no se podía estar en desacuerdo, pero sin una preocupación real, y sin una comprensión efectiva de lo que esto significa. Sentí un poco de impotencia viendo cómo la inclusión no figuraba entre las grandes conclusiones extraídas de las sesiones.

imagen plan estratégico
Imagen del Plan Estratégico de Innovación del Servicio de Innovación de la Junta de Andalucía

¿Por qué creo que ocurre esto?

En primer lugar por mi gran fallo al utilizar el término inclusión. La palabra «inclusión» se ha desvirtuado, está manida antes de que llegue a aplicarse en las aulas en su sentido profundo. La moda inclusiva ha hecho que todos los centros se sumen a ella simplemente diciendo eso, que son inclusivos. El excesivo paternalismo de nuestro sistema educativo hacia las personas con discapacidad ha hecho que se acepte como válido que inclusión significa tener presentes a los niños con discapacidad, y ya está, sin más contenido, sin más comprensión. Nadie puede decir en ningún foro, debate o jornada abierta que esto no es importante, que no lo tienen presente, que es nuestro deber…, pero ya está, sin propuestas, sin el cómo…, ya está. Así se cumple con nuestra conciencia, pero aquí, en estas jornadas, o en cualquier otra, no hemos venido hablar de esto. 

Y ya lo apuntaba un compañero en el chat del evento, «tengo miedo a que se entienda que la inclusión es la que se dirige a un 3% de la población del alumnado». Este es el verdadero problema del término inclusión, que lo hemos vinculado exclusivamente a la atención al alumnado con NEE. Que lo hemos entendido como un concepto de solidaridad y derechos humanos que afecta solo a unos pocos, que ya, si acaso, debatiremos en otros foros, porque aquí estamos hablando de cosas más importantes, como el absentismo escolar, las tasas de abandono, el fracaso escolar, el rendimiento escolar, la falta de formación, la desmotivación del alumnado y profesorado, la brecha digital, las altas ratios, la falta de metodologías activas, la zona de confort docente, etcétera; como si la inclusión no tuviese ninguna conexión directa con todos estos problemas. 

Innovación y barreras. 

Quizás mi fallo fue mencionar esta inútil palabra (por su mala interpretación) «inclusión». Quizás debí hablar directamente de barreras. Cualquier modelo que pretenda innovar no puede obviar que las barreras a la participación son la que provocan, de manera absolutamente directa, los problemas que aquejan al modelo educativo. Planteemos algunas cuestiones que salieron a la palestra: 

  • Fracaso escolar. El que tengamos unas de las tasas de fracaso escolar más importantes de España viene derivado, directamente de las barreras que sistemáticamente se encuentra el alumnado en los diseños didácticos que proponemos en las aulas. Unas barreras que son fijas, inamovibles, y que no siempre pasan por cambiar la metodología, ni por cambiar las alternativas para que potencialidades y capacidades invisibles de gran parte de este alumnado que fracasa obtenga éxito en sus estudios. Eso es lo que propone el modelo inclusivo
  • La desmotivación del alumnado. El alumnado desmotivado hacia los estudios no encuentra conexión directa con sus intereses, no tiene poder de decisión, no encuentra elementos que le ayuden a favorecer su esfuerzo y perseverancia, no encuentra relevancia en sus aprendizajes y tampoco sabe qué se espera de ellos en un modelo de escuela cerrado y rígido, centrado en calificaciones comparativas y clasificatorias. Eliminar estas barreras al compromiso es lo que propone el modelo inclusivo. 
  • La transformación de modelos pasivos de aprendizaje a modelos activos no puede generarse de ninguna manera si no se tiene en cuenta que, la implementación de metodologías activas sin tener en cuenta las barreras que se proponen con su implantación, nos llevará al mismo camino de frustración y desmotivación del alumnado. El aprendizaje cooperativo, por sí solo, no asegura la participación de todos; el Aprendizaje Basado en Proyectos, si propone tareas y actividades que presenten barreras en su acceso a la información, en su forma de expresar el aprendizaje, en los canales de autorregulación del alumnado, seguirá dejando fuera del sistema educativo a los mismos que ahora engrosan el listado de abandono o fracaso escolar. Seguiremos reproduciendo el mismo modelo de enseñanza excluyente. Y esto es lo que el modelo inclusivo quiere abordar.
  • La brecha digital. Solo la entendemos como problema cuando pensamos en ella como falta de recursos para acceder a internet; pero hoy en día, y estoy seguro de que en el futuro cada vez menos, este problema no es el principal. La brecha digital se hace más fuerte cuando hablamos de su uso, cuando hablamos de la accesibilidad universal, cuando hablamos de la sobrecarga cognitiva e informativa que conlleva, cuando hablamos de la planificación y control que requiere… Todas son barreras que encuentra el alumnado y las familias que deben ser salvadas. No estamos hablando de conexión wifi o de hardware, estamos hablando de barreras. Y esto es lo que propone el modelo inclusivo.
  • Las altas ratios. Mirad, la ratio es la que establece la media que cada centro tiene en relación a la proporción alumnos/profesorado. Seguir sin dar importancia a la docencia compartida, a la incorporación del profesorado de atención a la diversidad en las aulas ordinarias, a la necesidad de asimilar que el apoyo debe darse al proceso de enseñanza aprendizaje, es seguir sin atajar el problema. La incorporación de más plantilla, o la reducción de alumnos/as por aula no hará que los rendimientos escolares mejoren si no lleva aparejado otra serie de aspectos organizativos y metodológicos que aboguen por el éxito de todo el alumnado. Y esto es lo que propone el modelo inclusivo. 
  • La zona de confort docente. Este modelo que tenemos sitúa a los docentes innovadores en un contexto de rechazo entre compañeros, y como se recogió en las jornadas, de rechazo social. Si queremos erradicar esa zona de confort, debemos apostar por una evaluación ecológica, contextualizada en las aulas, donde realmente se genera el proceso de enseñanza aprendizaje. Una evaluación real del modelo pedagógico-didáctico que se propone en cada aula, una evaluación de las barreras que se generan en ella. Solo teniendo esta evaluación socio-psico-pedagógica del aula, podremos hacer autocrítica, reconocer los fallos que cada docente reproduce sistemáticamente en sus aulas, y proponer propuestas de mejora para la participación de todos y todas. Y esto es lo que realmente defiende un modelo inclusivo. 
  • El rendimiento académico. Una alumna de un grupo de trabajo en el que participé, nos alertó de que ellos echan en falta el acompañamiento del docente para ayudarles a hacer bien las actividades, a divertirse aprendiendo. La gran olvidada, la competencia para aprender a aprender, busca que todo el alumnado conozca, use y reflexione sobre sus propias estrategias de aprendizaje, aprenda a planificarse, a conocer las dificultades y potencialidades que tiene cuando se enfrenta a una tarea, a evocar aprendizajes anteriores propios que le ayuden a resolverlas, a saber pedir ayuda y a darla cuando se le requiera. La innovación no debe olvidarse de generar aprendices autónomos que sean capaces de aprender sean cuales sean sus capacidades. Y esto es lo que propone el verdadero modelo inclusivo. 

Podríamos estar analizando punto por punto todos los problemas abordados en estas jornadas, y siempre veríamos la conexión inequívoca entre barreras e innovación.

Señores y señoras, es hora de tomarnos en serio el modelo inclusivo. Es hora de dejar de pensar que cuando hablamos de inclusión, hablamos solo de discapacidad o dificultades de aprendizaje, y es hora de abandonar el paternalismo estéril. Es hora de darnos cuenta de que un modelo innovador que no minimice las barreas a la participación será un modelo ineficaz para la escuela feliz que buscamos. No podemos dejar pasar esta oportunidad histórica que la pandemia nos ha puesto en las manos para darnos cuenta de que es necesario transformar nuestro modelo educativo, pero haciéndolo para todos y todas. Estamos obligados a impedir que esa nueva escuela innovadora, lo sea solo para los de siempre. Eso no puede ser innovación, eso no puede ser inclusión. 

Espero que este Plan Estratégico conecte con estas ideas, y se coordine con el Servicio de Atención a la Diversidad para favorecer ese proceso de transformación para todos y todas. 

De nuevo mi agradecimiento por la invitación. Ha sido un enorme placer compartir mesa con grandes profesionales andaluces que son inspiradores y motivadores. Y mi enhorabuena a Antonio Segura por esta iniciativa sin precedentes. Espero que sea todo un éxito y veamos pronto los resultados en nuestras aulas.